Nicolás Durán de la Sierra
En esta ocasión, el comentario ira por dos sendas. Una, la fiebre de sondeos políticos que vive el país y claro, el Estado; una fogosidad impensable hasta hace unos pocos años, y la otra va por la alerta sanitaria recién dada en Cozumel tras descubrirse que los cruceros turísticos descargan su basura en la isla, en contra de lo marcado por la ley federal de protección al ambiente.
El diario consultado informa que la autoridad ecológica local advirtió a la empresa que traslada la basura de los barcos a la isla, que debería presentar sus permisos en una semana aunque, como se dijo, se trata de un delito federal. Complacientes ellos. Se habla de toneladas de desperdicios llevado al relleno sanitario y, de remate, a “un lote en la zona oriente de Cozumel”.
Lo que no dice la nota es que la basura de los cruceros, antes de ser desembarcada, se trata con químicos que la degradan y sus residuos son tan contaminantes que las leyes náuticas prohíben que su descarga en el mar. Estos desperdicios, como los de los aviones de línea, se deben llevar a tiraderos especiales; se les maneja de una forma similar a la que se le da a la basura médica.
La alerta debió ser federal.
La otra ruta, se dijo, va por la de los sondeos políticos, doctos unos y silvestres otros, los que se supone dan fiel reflejo de la opinión del respetable electorado sobre tal o cual candidato de Morena a la presidencia del país, pues la oposición aún no enseña los dientes, si bien Lily Téllez insiste en que es “la buena”, aunque parece que su cofradía no la toma muy en serio; ella, eso sí, insiste.
Además de adecentar la política mexicana, al presidente López Obrador se le puede atribuir también el darle a los sondeos de opinión una vitalidad nueva, un renacer del que hoy todos somos participes. De poco sirve decir que aún falta mucho para el tiempo de las urnas, pues la fiebre del juego electoral está en la mesa y las encuestadoras son el crupier que queramos elegir.
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