El Minotauro
Nicolás Durán de la Sierra
Dos noticias en apariencia sin relación entre ellas, dan una idea cercana de lo que está sucediendo en Cancún, por sólo señalar una ciudad del Estado, en lo que toca al desarrollo urbano. En una se cuenta del viacrucis de los vecinos de una colonia popular por falta del abasto de agua potable, y en otra se informa de la clausura por derrames de una celda del basurero municipal.
Estos dos casos hablan de la incapacidad de la ciudad para cubrir servicios básicos urbanos, al que se puede agregar la falta cada vez más frecuente del suministro eléctrico en diversas zonas citadinas. Pudiera decirse que Cancún estuviera a punto de ser rebasada por los reclamos de su propia comunidad, que es víctima del desarrollismo salvaje que afecta a las urbes del país.
Por desgracias, ello es así, y en Quintana Roo lo sufren también Playa del Carmen, Tulum, y ahora Bacalar, el nuevo enclave turístico estatal. En todos estos sitios la falta de planes para el desarrollo urbano con visión de futuro y la suma de la inmigración que se da en ellos, ha dado como resultado que el suministro de servicios haya sido superada por su propia población y todo apunta a que, cada vez, las carencias serán mayores.
La fiebre inmobiliaria enseñorea a las administraciones municipales y los planes de crecimiento citadinos, si en realidad lo son, han devenido en una suerte de festivos mercados de usos y destinos de suelos; no hay alcaldía que no disponga de uno o más despachos de abogados que la defienda de la lluvia de amparos que genera cada anuncio de un nuevo Proyecto de Desarrollo Urbano.
El grave problema del manejo de la basura en Cancún, el que desde hace meses amenazaba con explotar, la falta del abasto de agua potable o de energía eléctrica acusan grave falta de planeación urbana. No se trata de agorar desastres, no, pero resulta obvio que se necesita con urgencia replantear el futuro de nuestras ciudades. Hoy por hoy somos víctimas del desarrollismo salvaje.
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