El Minotauro/
Por Nicolás Durán de la Sierra/
Como era previsible, el dorado sector hotelero de México y en particular el de Cancún, manifestaron su enojo por el adiós a la promoción con fondos públicos de los sitios turísticos del país, tras la presentación en Chetumal de la Estrategia Nacional de Turismo. Serán las embajadas y los consulados los encargados de esa función, para lo que la cancillería les dará recursos.
El enojo de los servidores del ramo es fácil de entender: pues por un lado a partir de ahora habrán de pagar de su bolsa la publicidad de sus propios negocios, y por otro no gozarán ya de las jugosas bolsas de promoción de las que disponían y de las que se desviaron cientos millones de pesos, según informes periodísticos. Una de las bolsas más ricas del país era, claro, la de Cancún.
Según los empresarios si no se publicitan los destinos del Estado, caerá el arribo de turistas y, con ello, el caerá el arribo de recursos y, en fin, nos caerá la peste negra; sus lloridos son de sobra conocidos. Tanto la ley turística como la hacendaria deben reformarse para que hoteleros y otros servidores turísticos paguen en México e, incluso, en el sitio en donde se genera su riqueza.
No sobra repetirlo: entre el ochenta y el ochenta y cinco por ciento de las empresas de Cancún pagan impuestos en paraísos fiscales como Panamá o Belice y a esto se le agrega que las grandes operadoras hacen negocios en el exterior y sólo envían a México lo justo para su nómina. Por cierto, de remate muchos hoteleros se indignan si se les exige el pago de impuestos estatales o municipales.
La desaparición de los fondos de promoción turística es el primer paso para dar una funcionalidad nueva a una actividad que, en lo que toca a la derramada de dinero, puede ser mucho más generosa con el país. El titular de Turismo anunció un plan tributario para plataformas como airbiandbi, pero sería más redituable que primero revisara el actual esquema fiscal del sector turístico.
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