Ahora que los candidatos están en campaña se han intensificado las guerras sucias en contra de aquellos que tienen un mejor posicionamiento en la preferencia electoral y, por tanto, mayores probabilidades de ganar las elecciones del 2 de junio.
Hay muchos ejemplos de guerras de lodo en todo el país y Quintana Roo no se queda atrás. Paradójicamente las impulsan aquellos que aseguran tener el triunfo en las manos pero en el fondo saben que no es así. Lejos de plantearse una campaña inteligente, con propuestas objetivas y viables porque temas sobran, recurren a esta nefasta práctica.
Víctima de esa guerra de lodo ha sido Lili Campos, quien compite por la reelección en Solidaridad, y que ha denunciado muchas veces. Se trata de una guerra burda, absurda, con señalamientos sin fundamento y hasta ridículos, que incluye hostigamiento constante y amenazas para amedrentarla. Hay de todo pero, como es de esperarse, no les ha funcionado. Lili Campos ya demostró que no se deja amedrentar, por el contrario, sigue con más ímpetu su campaña con propuestas claras y acciones contundentes.
Es muy sencillo saber de donde parten estas “guerras de lodo” porque se evidencian a sí mismos dejando sus motivos a la vista. Es muy simple: no tienen la capacidad necesaria para formular propuestas viables y objetivas, no tienen carisma y no tienen buenos asesores que de verdad les ayuden a ser buenos políticos, que contribuyan a levantar sus campañas con mensajes efectivos y creatividad. En un acto de desesperación, estos candidatos recurren a “asesores de lodo” para tratar de descalificar y desacreditar a su oponente. A falta de propuestas, optan por la vía más fácil y mediocre.
Lo peor es que estos “asesores de lodo”, que cobran muy caras sus “estrategias” pues incluyen granjas de bots y páginas web fantasmas, les hacen creer que avanzan y los candidatos se niegan a aceptar que los más afectados son ellos mismos porque los exhiben dejándolos muy mal parados ante la opinión pública. Lejos de ayudarlos, terminan ensuciando a los candidatos, enturbian el proceso electoral y vulneran la democracia.
En estos nuevos tiempos democráticos, con un pueblo cada vez más informado y politizado, las guerras sucias son el único recurso de los candidatos que saben que pueden perder, que no tienen propuestas que ofrecer a los ciudadanos ni la capacidad de formularlas, que no tienen mensajes contundentes ni discursos que les ganen simpatías.
Además, saben que la gente los rechaza porque no han hecho nada en su beneficio, que ya no se dejan engañar fácilmente y que están más concientes del valor de su voto y la importancia de no venderlo por nada. ¿Soy demasiado optimista? Si, lo soy. Creo que las personas son más inteligentes de lo que los “asesores sucios” piensan, que están cansadas de las guerras sucias y de los políticos que mienten, que razonan su voto y lo defenderán el 2 de junio.
Sé el primer en dejar tu comentario de esta noticia