Nicolás Durán de la Sierra
Tras su gran triunfo en las pasadas elecciones, Morena, partido que recién cumple diez años de formado, tiene ante sí la renovación de su dirigencia y todo apunta a que será Luisa María Alcalde, la todavía secretaria de Gobernación, la encargada de reformarlo a partir del próximo noviembre. Es decir, se intenta regenerar al partido de la Regeneración Nacional.
No se trata de un reto menor, pues en la lid por pintar de guinda la mayor parte del país, se atrajo a mucha gente que, en otro momento, sería impensable en las filas de Morena, según comentara ella en una reciente entrevista televisiva. Se trata, opina, de “no perder la mística y de no alejarse el pueblo; se trata también de analizar qué es el Obradorismo”.
Vaya que razón tiene: le urge a Morena un periodo de honda reflexión, pues saber administrar el triunfo es hasta más difícil que hacerlo con la derrota. Sin una oposición en el panorama inmediato y el apoyo de la gran mayoría de los estados del país, el riesgo de caer en el autoritarismo es alto, y por desgracia se han comenzado ya a dar muestras del fenómeno.
Si bien en escala menor, ejemplos de este se han dado en el ámbito estatal. Humberto Aldana, líder guinda de la legislatura local, se pronunció por reformar las leyes internas del propio congreso para que la dirigencia del mismo sólo sea ocupada por Morena, en menoscabo de los partidos Verde y Del Trabajo, aliados suyos en los pasados comicios.
Asimismo, se empecinó en que no se frenará el proyecto de la construcción de una cafetería en el congreso, pese a la oposición ciudadana, sobre todo capitalina, aunque reconoció que “hay resistencias”, pero dijo que edificarla “es necesario”. Lo dicho, el riesgo del autoritarismo, aun a esta escala, está latente. Sobra decir que debe ir a un diccionario para ver el significado de la voz “necesidad”.
El del riesgo del autoritarismo, lo ha sugerido Claudia Sheinbaum al referirse a la posibilidad de que Morena devenga en un aparato de Estado, lo que iría contra los principios mismos de Morena. Luisa María Alcalde, una fundadora del instituto y parte del llamado grupo de los “puros”, busca reencauzar la corriente guinda “sin que se aleje de la gente”. Por el bien de Morena, que así sea.
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