Por Nicolás Durán de la Sierra /
Fuera de las diatribas pueblerinas de algunos diputados y de las lisonjas partidistas de otros, el reciente informe del gobernador Carlos Joaquín González fue sensato y hasta modesto en la valoración de sus hechos. El azote de la epidemia sometió y somete aún a los gobiernos y los obliga a encarar pruebas inéditas y pocos son los que, como en este caso, brindan un balance favorable.
Los primeros años de su gestión han sido y son de gran dificultad por los retos que conlleva rescatar un Estado endeudado hasta lo obsceno, y porque una parte de su estructura operativa era sólo cascaron. Afirmar que el pasado quedó atrás es un error, pues el ayer tolerante o cómplice de los cárteles, toca a la puerta todos los días y diluyó ya la otrora famosa tranquilidad estatal.
La deuda del Estado, obscena en su monto y por lo que se dejó de hacer por el robo del dinero, por primera vez en la historia estatal en vez de crecer, se redujo, lo que es también un hito en el contexto nacional. Con que en estos tiempos de epidemia la deuda no hubiera crecido, nos hubiéramos conformado, pero se redujo, aunque de una manera casi simbólica.
Por lo que respecta a lo político, lidiar con un gobierno federal que más que republicano parece franciscano, no es fácil y hacerlo con éxito, menos aún. Las relaciones del mandatario con el presidente López Obrador son cercanas, si bien ello no ha implicado que el gobernador anulase su búsqueda de un nuevo pacto fiscal para los estados, la que es una añeja demanda.
Ha sido respetuoso, no sumiso, y ese es un grande valor político. Carlos Joaquín ha mantenido su propio rostro en medio de la mascarada panista, sin sumarse a la estampida de gobernadores que dejaron la Conago, que antes que de ejercicio democrático tiene visos de desafío al presidente, aunque a él la tal conferencia no le quita el sueño o, dicho de otro modo, ni le va ni le viene.
El impacto epidémico en el Estado o mejor, la respuesta de su gobierno a la crisis, fue parte toral de su mensaje, y aunque evitó abundar sobre los apoyos que se dieron, el tono humanista fue evidente. La dación de poco más de un millón de despensas a la gente redujo en mucho la movilidad social y ello evitó que la epidemia creciera. Como dije, un informe sensato y sobre todo, modesto.
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