El Minotauro
Por Nicolás Durán de la Sierra
Al paso de los días, los nuevos ayuntamientos de todo el Estado han encontrado desfalcos de los gobiernos anteriores al grado que hoy no existe alguno que esté libre de sospechas de fraude y enriquecimiento ilícito. La desvergüenza y la rapacidad fueron, sin duda, los rasgos distintivos de los gobiernos municipales que se fueron; el robo fue la práctica común.
La afectación a las arcas de al menos cinco alcaldías del Estado ha sido tan severa que, sin exageración, están al borde de la ruina y muy pronto tendrán que pedir el apoyo tanto al gobierno estatal como de la banca para contratar nuevos créditos, lo que aplazará la crisis, pero no resolverá el problema de fondo, que es el de la baja recaudación fiscal de los municipios rurales.
De entre los municipios desfalcados, sin que los demás casos no sean vergonzosos, destacan el de Isla Mujeres en donde se acusa al amparado exalcalde Juan Carrillo de desviar casi 140 millones, más lo que se acumule, y el de Felipe Carrillo Puerto, donde al exedil José Esquivel, quien busca ampararse por todos los medios, se le imputa el desvío de cien millones de pesos.
Estos son sólo dos ejemplos de la rapacidad que privó en todos los trienios anteriores, aunque –claro está- los municipios más afectados fueron los más pobres, como el citado Felipe Carrillo Puerto o el de Lázaro Cárdenas, donde a la exedil Sofía Alcocer se le imputa el desvío de cinco millones de pesos que sacó de la cuenta bancaria municipal el último día de su gobierno.
En un juego morboso, en corrillos políticos se apuesta sobre cuál de ellos será el primero en ser detenido o sí, con argucias, podrán salir libres. La especulación es vergonzosa, pues todos los exalcaldes acusados deben ser llamados a cuentas, pero sobre todo se les debe obligar a que reparen los daños cometidos. Por el bien de todos, debe imperar la justicia.
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