El Minotauro
Por Nicolás Durán de la Sierra
La noticia de los últimos días, tanto dentro como fuera del país, fue la invitación del presidente López Obrador para pausar las relaciones entre México y España para, con ello, poder meditar sobre el valor del respeto entre ambas naciones. Los “extrañamientos” del gobierno del hispano, no se hicieron esperar. “No se ha hecho nada para una declaración así”, dijeron.
El Palacio de la Moncloa, sede del gobierno hispano, no quiso recordar su “posición” de respaldar “como cosa de Estado”, las quejas de Iberdrola sobre la reforma energética, la que evitaría su expansión en México. La empresa entró al país en el sexenio de Felipe Calderón y creció en el de Peña Nieto. Pagar pocos impuestos era uno de los “beneficios” de que gozaba.
Hace unas pocas semanas Estados Unidos restringió la actividad de Iberdrola en su territorio, una empresa a la que, por su manejo mafioso de la energía, se la quiere llevar a juicio en su propio país; se le acusa, entre otras cosas, de disparar la inflación en España. Con el arribo del presidente de derecha Mariano Rajoy, el Estado español perdió su soberanía energética.
La postura del presidente López Obrador, la de dar “una pausa” a la relación bilateral, cumplió con el objetivo de enviar un mensaje claro al gobierno español de no mezclarse en un asunto de orden comercial. Los ataques desde el diario El País con el aval del gobierno de Pedro Sánchez, su presidente, fueron antesala de la postura de México. Iberdrola es una suerte de Odebrecht español.
Las relaciones entre gobiernos, más allá de lo que creen los románticos, por lo general no son de amigos, sino de poder y, además, ríspidas; este caso no es diferente. López Obrador luego suavizó “la pausa” y otra vez todos felices. Por cierto, Pemex dijo que estudiaría la petición española para seguir comparando petróleo mexicano… Allende el Atlántico también se les pasó el coraje. (Para IS, por la charla).
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