Julian Santiesteban
No, no se trata de ceder poder o de compartirlo, se trata de estatura política, de estrategia de futuro, de sostenibilidad de gobierno. Renovar la dirigencia estatal de Morena en Quintana Roo supondrá un reto mayor que el que, en apariencia, se observa, pues no se trata ahora de que la “aplanadora” de la gobernadora electa, Mara Lezama Espinosa, apague las demás expresiones partidistas, pero tampoco debe cederse demasiado. Luego entonces, la complicación es identificar el justo medio, saber a qué grupos políticos se les permitirá participar, sin que ello signifique riesgo de rebelión interna, de cara a las elecciones presidenciales e intermedias locales de 2024.
Hay que partir de la diferenciación de Morena como movimiento político y como partido; el primero, no ha dejado de triunfar, aunque el desgaste del poder ha hecho algo de mella en la popularidad –desde el punto de vista de la reducción de sufragios obtenidos-, pero el segundo atraviesa por infinidad de problemas, que van desde la inexistencia de dirigencias estatales, hasta la carencia de padrones de militantes, tanto nacional como estatal, cuyas cifras son cuestionables e, incluso, algunos de ellos están impugnados ante instancias jurisdiccionales.
De las 32 entidades federativas, en 19 de ellas –como es el caso de Quintana Roo-, los comités estatales están a cargo de delegados con funciones de presidente nombrados por la actual dirigencia nacional, encabezada por Mario Delgado Carrillo, a excepción de dos. De acuerdo con lo publicado por medios nacionales, la intención es que la renovación de dirigencias se realice en agosto próximo; es decir, que en menos de dos meses, deberá depurarse el padrón, solicitar a la autoridad electoral que lo avale, constituir el Consejo Estatal, y luego construir dirigencia estatal y municipales. Sólo hay un detalle, que la tarea es mayúscula y quien funge como cabeza de partido (sin perder de vista que la autoridad política máxima es la mandataria electa), Humberto Aldana, está ya haciendo maletas para asumir una diputación local el 03 de septiembre.
Como puede notarse pues, la tarea requerirá la intervención directa de Lezama Espinosa (sin eufemismos y romanticismos democráticos, real politik solamente), para repartir los espacios de manera tal que, tanto los grupos como los militantes originarios se sientan representados, pues el primer gobierno de la 4T está apenas por comenzar y, en dos años, deberá renovar alcaldías, diputaciones locales y habrá elecciones para presidente de la República. ¿Será que Luis Alegre Salazar se mantendrá en Morena? Si el caso fuera ¿puede aun decirse que mantiene algún grupo político al interior de Morena? ¿La senadora con licencia y próxima diputada local, Marybel Villegas Canché, demandará también algún espacio, considerando que en 2024 buscará la alcaldía de Benito Juárez? ¿Quedaría al interior del partido guinda algún resabio de José Luis Pech Várguez? ¿Rafael Marín Mollinedo también entrará a la repartición?
Pero a todos estos, se suman los y las presidentes y presidentas municipales de Morena que, además de fungir como operadores políticos en los pasados comicios, son quienes pueden acreditar el avance a ras de tierra de la 4T –aunque muchos de ellos ya prácticamente se entregaron al Partido Verde Ecologista (PVE)-, aunque los que permanecen buscarán (sin “estirar demasiado la liga”, obviamente) tener alguna injerencia en Morena.
Así ¿cuáles espacios ceder? ¿cuáles grupos serán convocados? Más aun, el o la próxima/o dirigente, será del norte o sur quintanarroense? A propósito de la búsqueda de equilibrios. ¿La dirigencia la encabezará un “marista” con comité de todos los grupos, o al revés, se le entregará el partido a algún otro grupo, con un comité acotado por los “maristas”? ¿Cómo, sobre todo, no perder el control? ¿cómo hacer que el viejo esquema jerárquico, cuya voz de mando proviene desde la calle 22 de Enero, en Chetumal, perviva y aun así se logre la concordia entre todos? Lezama Espinosa ha mostrado hasta ahora una habilidad innata para alcanzar objetivos, y la consolidación de su gobierno pasa necesariamente por el fortalecimiento partidista y el arropamiento a todo lo que en el futuro puede ser disidencia. ¿Nota ahora el lector que es más sencillo llenar una partida de Sudoku, que hacer que todos los factores descritos se conjuguen armónicamente?
Por último, la mandataria electa deberá considerar que, en la medida que logre generar paz –aunque sea la “pax romana”- dedicarse a gobernar será una tarea menos agobiante y podrá pasar a la historia, además de por ser la primera mujer en gobernar Quintana Roo, también por cumplirle a sus habitantes lo que ya se prometió en campaña.
COMENTARIO MORBOSO
Bien dice Sun Tzu, en El Arte de la Guerra, que las batallas se ganan no sólo por la fuerza de un ejército, sino por las debilidades de su oponente. Y vaya que es aplicable a la circunstancia actual de los partidos opositores a Morena. A los dirigentes nacionales del Revolucionario Institucional (PRI) y Acción Nacional (PAN), Alejandro Moreno Cárdenas y Marko Cortés Miranda, respectivamente, la rebelión interna se les ha desatado, con grupos que, en la semana que concluye, han demandado su renuncia, por los malos resultados de las elecciones del pasado 05 de junio.
Más aun, el tercer aliado, el Partido de la Revolución Democrática (PRD), se debate actualmente entre la intrascendencia y la casi pérdida de registro, ¿y son esos los que plantean la posibilidad de postular una candidatura única en 2024, para competirle a la 4T la presidencia de la República? Primero deberán asegurarse de llegar a ese año y, luego, ver si, por lo menos, les alcanza para intentar una refundación en cada uno de ellos, para no terminar en la desaparición absoluta, porque con las decisiones tomadas por sus dirigentes, sean estatales o nacionales, militantes tienen cada vez menos; así se observa desde aquí, A Tiro de Piedra. Nos leemos en la próxima.
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