El Minotauro
Nicolás Durán de la Sierra
Heredad de pasados gobiernos, el cáncer que hoy afecta a todos los sistemas de transporte de Cancún, la mayor ciudad turística del país, requiere sin duda una de una cirugía mayor, y no sólo por el trance de los taxistas y Uber, sino también en lo que toca al servicio urbano de autobuses y combis y ahora de remate, de los llamados “tricitaxis” que operan en la periferia citadina.
El transporte público viene a ser como la red sanguínea que anima a la ciudad, y allí es donde el gobierno actual ha de intervenir como cirujano experto. Sin prisas, pero sin pausas ha iniciado con las “mesas de diálogo” entre los belicosos taxistas y la plataforma electrónica, desde el Estado como concesionario, claro, y también con un mayor control de Asur en el aeropuerto de Cancún, punto de alarma en un escaparate turístico mundial.
El proceso curativo ya comenzó, pero será largo pues se trata de dolencia añeja, de varios sexenios atrás, aun cuando los síntomas de su extrema gravedad se dieron en el pasado inmediato, cuando Carlos Joaquín optó por fingir demencia y dejó el conflicto al gobierno que le sucedería. Las temerosas concesiones que éste hiciera a los transportistas, han comenzado a pasar la factura.
No obstante, de poco sirve acusar al gobierno de ayer de la crisis, pues éste a su vez la heredó del gobierno que le antecedió, o acusar al crimen organizado o hablar de una política de seguridad errónea, que la fue, pues se precisa de asistencia hoy y, sobre todo, de una mano cirujana que no guste de aspavientos, que confíe en la virtud de la activa sobriedad.
El Tren Maya, con Cancún como puntal, aparejado a su gran bonanza traerá un nuevo esquema de seguridad estatal, que en el Palacio Nacional se cuidan todos los detalles y más uno tan obvio, El ejército es, en buena hora, parte del estratégico proyecto. Dicen que “el camino se hace andando” y ya comenzó la ruta. Hay que dar “tiempo al tiempo”, como dijera el poeta Renato Leduc.
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