Por Néstor Eduardo
Recientemente los mexicanos festejamos el 110 aniversario de la revolución Mexicana, evocar su recuerdo nos ayuda a comprender nuestro pasado y entender nuestro presente.
En 1910, existía un país plagado de injusticia, explotación y falto de democracia, que se reveló contra sus gobernantes para darle otro cause a su destino de nación. Francisco Ignacio Madero González, un terrateniente marginado por la élite del poder, (quien fuera convencido en una reunión espiritista por voces del más allá de que sería Presidente), encabezó esta lucha por la democracia y el sufragio efectivo al difundir, pueblo por pueblo, su libro: “La sucesión presidencial de 1910”.
Madero no sólo realizó la primer campaña política como la conocemos hoy día, sino que inauguró uno de los más significativos procesos de cambio en la vida política del país.
La revolución trajo importantes transformaciones en México; la principal de ellas la Constitución que actualmente nos rige, la cual fue considerada la más avanzada de su tiempo en materia de derechos sociales. Los artículos 3°, 27° y 123° son muestra del cumplimiento al menos en el papel, de los desagravios corregidos y plasmados en nuestra Carta Magna, sin embargo, en los hechos, seguimos carentes de democracia, de justicia y de paz social.
El régimen posrevolucionario, si bien nunca fue democrático; sí fue en sus comienzos incluyente. El Partido de Estado (Partido Nacional Revolucionario, Partido de la Revolución Mexicana y Partido Revolucionario Institucional), en su conformación incluyó a todos los líderes locales que habían participado en la gresca, los obligó a renunciar a sus agrupaciones políticas locales y a cambio los integró al nuevo proyecto político de unificación nacional: el PNR.
Y a través de éste instituto se le fue dando salida a las demandas sociales formuladas en la revuelta armada. Motivo de esa inclusión surgieron las grandes corporaciones que en cuatro grandes sectores incorporaron a la vida política a la familia revolucionaria: sector campesino, sector Obrero, sector Social y sector Militar. Fue precisamente en el cardenismo dónde se consolidó este proceso de corporativización e inclusión social.
La frase, ya te hizo justicia la Revolución, representaba precisamente el nombramiento al cargo de elección o la designación de funcionario público para que el personaje se sirviese y les sirviese a los suyos (principalmente sus familiares y amigos).
Las frases tan representativas de esa cultura de la corrupción, de esas rancias prácticas políticas (que hoy creíamos anacrónicas), quedaron grabadas en el inconsciente colectivo de nuestra clase política. Aun cuando el régimen posrevolucionario fue incluyente, lo cierto es que la falta de democracia y la justicia social para los más necesitados, fueron, son y seguirán siendo asignaturas pendientes.
Hoy día, mirando hacia atrás, vemos con tristeza como las demandas más sentidas de nuestro pueblo siguen insatisfechas. De hecho, a la exigencia de democracia, justicia, y paz social, hoy se le pueden agregar al menos un decálogo de peticiones que no sabemos para cuándo podamos tener autoridades medianamente eficaces que les puedan dar cumplimiento.
Por decir algo, en la etapa del cambio verdadero, MORENA el partido en el poder, no es sinónimo de democracia, haciendo honor a la verdad, del sistema de partidos en México, MORENA es el partido más antidemocrático, vertical, centralista y corrupto que hay en la actualidad.
Sus pugnas internas, la ambición desmedida de sus dirigentes, el escandaloso desvío de recursos públicos al interior (900 millones de pesos), la falta de democracia interna (que se aprecia en la inexistencia de comités municipales y estatales legítimos, estatutarios), el desprecio por prácticas democráticas como el asambleísmo, el debate, la inclusión, etc. demuestran cómo en vez de avanzar, retrocedemos.
No podemos aspirar a tener una sociedad democrática, si los principales actores del juego democrático: los partidos políticos, se conducen con corrupción, nepotismo, desvío de recursos y falta de democracia interna. En este sentido, MORENA no se consolida como un partido hegemónico al estilo PRI, sino como una sólida plutocracia.
En el amito de la justicia, hay un rezago histórico, monumental, dicen que la injusticia es la madre de todos los males, y en México tenemos hambre y sed de justicia acumulados: AL MENOS EL 98% DE LOS DELITOS QUE SE DENUNCIAN QUEDAN IMPUNES.
Cerca del 93% de la población afectada por la delincuencia, ni siquiera se toma la molestia en denunciar, por tanta corrupción e ineficacia. Lo cual manda un potente mensaje a los delincuentes para que sigan matando, secuestrando, extorsionando, robando, violando, delinquiendo sin problema, dado que por probabilidad, 98 de cada 100 delincuentes saben que no serán procesados, saben que están cubiertos por el manto de la impunidad que les brinda el Estado Mexicano.
Y en lo relativo a la paz social, ni que decir, la inseguridad pública es nuestro principal flagelo, en éste año tenemos en México, 77,171 desaparecidos (hasta octubre), solo por homicidios dolosos llevamos 29,182 muertos (octubre), hemos llegado a una incidencia delictiva cercana a los 180 mil delitos (octubre), y lo peor de todo es que desde diciembre de 2018 la delincuencia no está siendo contenida, por el contrario, las cifras demuestran la incapacidad del gobierno.
A un tercio de esta administración, ojalá nuestro presidente comience a hacer las transformaciones prometidas. En suma, los anhelos de cambio que originaron la gesta de 1910 siguen tan presentes hoy día como hace 110 años.
Por NÉSTOR EDUARDO opinionpublicaydebate@gmail.com
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