Ciudad de México. Aunque tarde, los ciudadanos que acudieron al zócalo para participar en la prometida fiesta de la victoria no se quedaron vestidos y alborotados. A la 1.20 am. estallaron los cohetes y la lluvia de luces iluminó a las miles de personas que esperaron pacientemente en la plancha. Vestidas con sus bandas tricolores de papel cruzadas sobre el pecho, con sus pollitos de la felicidad encendidos sobre sus cabezas, con sus gorras y sus banderas que decían “Ya ganamos”. Y sobretodo las mujeres de todas las edades con sus carteles: “Llegamos todas”.
A la una de este 3 de junio se materializó en el largo templete frente al palacio nacional lo que a lo largo de la tarde anterior muchos habían imaginado después de volcarse a las urnas como nunca antes, a la futura presidenta del país anunciando: “Este triunfo del pueblo de México es el triunfo de la revolución de las conciencias”.
Se sabía desde horas antes que México tendría una presidenta mujer y que sería progresista. “O no lo sabíamos, pero teníamos fe”, dice Zulema Chávez. Viene con su hermana Aleida y con un par de amigos, Luis Moreno y Paola Guzmán desde Atizapán de Zaragoza. Todos traen cruzada en el pecho la banda tricolor, la novedad de la temporada. “Es que desde tempranito había señales, empezando porque salimos a votar de a montón. Lo qué pasó, creo yo, es que hemos recuperado la confianza, porque el presidente López Obrador sí cumplió su palabra, sí hubo un cambio que vimos. Antes éramos más apáticos, ya no”.
La singular jornada electoral —la más numerosa, la más reñida e intensa, la más desafiante— tuvo sus sobresaltos. A las seis de la tarde todos los partidos contendientes, en la elección federal y en las estatales y la Ciudad de México, salieron a atribuirse victorias sin datos sólidos. Solamente el equipo de Sheinbaum se contuvo y se disciplinó a los tiempos del INE.
A las 11 de la noche la candidata de la oposición PRI-PAN-PRD reclamaba todavía “que no podrán esconder los votos”, y pedía a sus seguidores que no se durmieran porque “quieren que se vayan a dormir creyendo que ellos ganaron”. Una hora después el juego quedaba despejado. La misma beligerante Xóchitl Gálvez hizo un llamado a su contrincante, a la que había llamado “desalmada” entre otras linduras, para reconocer su triunfo. Esta vez la llamó doctora. La felicitó, pero le advirtió: “Vamos a seguir exigiendo”.
A partir de ese momento cayeron todas las piezas en su lugar.
Salió Guadalupe Taddei del INE para dar cifras preliminares oficiales: la candidata de Sigamos haciendo Historia 30 puntos porcentuales por arriba de la abanderada de Fuerza y Corazón por Mexico. Habló el presidente de Mexico Andrés López Obrador, que dijo que este fue “un día de gloria” porque en un ejercicio democrático el país eligió a Sheinbaum.
Y finalmente, ya con la hora de cierre pisándole los talones a los medios de comunicación, en el céntrico hotel donde se atrincheró la plana mayor de los partidos que acuerparon a la ganadora, empezaron a aparecer ante las cámaras sus operadores. Y minutos después, luego de atender la llamada de Xóchitl Gálvez, apareció frente a la prensa una muy segura y bien plantada triunfadora, que aseguró que está masiva votación es, sin duda, “el reconocimiento del pueblo de México a nuestro proyecto de nación”.
La fiesta fue breve pero ilusionante, después de la larguísima espera y las más de cinco ensordecedoras horas de mariachis. Fue mucho menos vibrante y tumultuaria que la fiesta de la victoria con la que los lopezobradoristas celebraron hace seis años el triunfo del mandatario, según la apreciación de muchos asistentes que pudieron estar en las dos celebraciones.
Es que antes de la medianoche había ya una desbandada. Miles de ciudadanos que acudieron jubilosos al Zócalo de la ciudad desde tempranas horas de la tarde para celebrar con la que ya consideran su próxima presidenta Claudia Sheinbaum apresuraban la retirada antes de la suspensión del metro, las estaciones de la Ecobici y el servicio de autobuses
A esa hora el INE ya había aplazado tres veces el anuncio oficial de los resultados preliminares. Los rumores iban y venían: que Claudia Sheinbaum ya está “por aquí”, esperando en alguna oficina o habitación de los alrededores, que “se cayó el sistema”, que ya no tarda. Pero si tarda. Y unos se van y otros llegan.
Por la calle Madero se viene apresurando Nélida Reyes, empujando como siempre la silla de ruedas de su compañera Irina Layevska, luchadoras de incontables causas populares. “No hay modo de que nos íbamos a perder este momento histórico. Para mí, desde la Malinche, nunca hubo en México una mujer tan empoderada como ahora Claudia Sheinbaum”.
Por dónde conversamos pasa raudo un hombre joven hablando por su celular: “Traigo una racha de buena suerte que no ma…. primero el América, luego el Real Madrid y ahora Chembau”, va diciendo. Resulta ser ruletero. Y decidió a medio camino celebrar su increíble racha de buena suerte, estacionar por ahí su unidad y correr a la fiesta.
En esta enorme plaza ahora enmarcada por nuevas jardineras y luminarias confluyen historias de lucha, rebeldía y desilusión. Así lo cuenta Abdiel Osvaldo Ramírez, técnico que arregla microondas y licuadoras. Se dejó venir desde Tlalnepantla de Baz en cuanto escuchó por el radio que a las encuestas favorecían a la candidata de la izquierda. Y le dijo a su sobrino: “¡vámonos!”. Cuenta que él siempre fue priísta hasta que le tocó sufrir a Peña Nieto. “Ahí me empecé a interesar por Morena. Y sí, es diferente”.
Poco más allá se ha instalado Atanacio Ocampo, un electricista de los despedidos de luz y fuerza en 2009 que suele hacer su performance en este tipo de eventos, con la cara pintada de rojo y negro, su casco y sus carteles. Relata su despido y su desolación cuando Felipe Calderón disolvió la compañía de luz y fuerza. Cuenta de las traiciones del líder de los electricistas, Esparza, que hizo negocios privados con las empresas que le otorgaron para compensar el despido de los trabajadores. Y cuenta de cómo, a la llegada de AMLO a la presidencia, se les concedió a los despedidos jubilados una pequeña pensión.
A las dos de la madrugada todo ha terminado. Quedan algunos entusiastas que siguen gritando consignas. Los grandes camiones entran al Zócalo para desmontar las estructuras del mitin.
Y este día que comienza pronto enfrentará las batallas que siguen, no solamente para definir los resultados de las contiendas que todavía penden de un hilo, como la de la Ciudad de México entre otras, sino para restañar heridas, para definir los nuevos rumbos y para explorar cuales serán los alcances de la nueva presidenta mujer que por primera vez tendrá este país.
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