Nicolás Durán de la Sierra
La entrada de Cancún en el listado de las ciudades más peligrosas de México y el pronto anuncio de un operativo liderado por Omar García Harfuch, titular de Seguridad del nuevo gobierno federal, muestra el interés de esta instancia por abatir la violencia ligada a los cárteles en la ciudad más turística del país, desde donde se ha extendido a otros puntos del Estado.
No es para menos, pues en los últimos meses han ido al alza los crímenes de “alto impacto”, como se les dice en el argot policial, y el rostro turístico del destino ha comenzado a empañarse; en las mesas de seguridad federal no han sido pocas las alertas de la gobernadora Mara Lezama en tal sentido y de allí que se presentara recién en Cancún la Estrategia Nacional de Seguridad.
La llegada de casi mil 500 elementos tácticos de la policía federal y de las fuerzas armadas es parte de una amplia operación, con acento en la “Inteligencia”, que pretende “neutralizar a los generadores de violencia y sus redes”, es decir a los cárteles, aunque también a la extorción, el secuestro y otros delitos graves, todo bajo la jefatura de la propia Secretaría de Seguridad federal.
Este despliegue estratégico contra el narcotráfico y su secuela de violencia, marca una forma diferente de encarar el problema a la del sexenio anterior, aunque coincida en varios de sus pilares, como es la “atención a las causas”, a la pobreza que muchas veces alimenta la base del crimen organizado. El mando único policial es el paso siguiente al proyecto de su antecesor.
La nueva estrategia para recuperar la paz social, para inhibir la operación del narco, dicho de otro modo, refresca el ambiente, pues la de ‘Abrazos y no balazos’, a cabalidad no cumplió con su objetico. La presidenta Claudia Sheinbaum da mayor acento a la inteligencia policial antes que al uso de la fuerza del Estado y ello puede hacer la diferencia entre los dos sexenios.
Por el bien de todos, que así sea.
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