Colosio: mártir de la democracia /
Por Néstor Eduardo /
El pasado 23 de marzo se cumple un cuarto de siglo del asesinato del candidato a la presidencia de la república en 1994; Luis Donaldo Colosio Murrieta. Este magnicidio estremeció no solo o la clase política, sino que su muerte permeó en el ánimo de la sociedad por el carisma que había entre el candidato y amplios sectores sociales que anhelaban un cambio de régimen desde el interior del PRI.
Colosio fue asesinado en un doble contexto muy desfavorable para él: por una parte, estaba en juego todavía la consolidación del modelo neoliberal como forma de integración regional a la economía hegemónica norteamericana, con todos los intereses que esto implicaba, y por otra parte, estaba muy latente la posibilidad de la reelección para incursionar en una especie de Maximato a la Salinas a partir del fortalecimiento de la camarilla tecnocrática o de la propia relección de Salinas.
De modo que, con tantos y tan poderosos intereses en juego, Colosio se convirtió en un momento dado en un candidato bisagra, que permitía abrir la puerta desde un lado o desde el otro. Ya sea para darle continuidad al proyecto político salinista de la reelección, o para iniciar una etapa germinal democrático-reformista dentro de su partido. La posibilidad de que Colosio amenazara la continuidad en las negociaciones del modelo neoliberal era francamente nula, lo que aterrorizaba a la élite del poder salinista era más bien el instaurar una etapa reformista que desarticulara el entramado de políticos y empresarios que Salinas había armado para continuar gobernando ya sea dentro, o fuera de la silla.
Es bien sabido que a una semana antes del magnicidio, Colosio rompió relaciones con Raúl Salinas, el principal interlocutor entre la presidencia y la clase política, así como el principal operador del presidente. Aunque Córdoba Montoya era en muchos sentidos el cerebro de la estrategia político-económica en el tablero de ajedrez, Raúl era el ejecutor de dicha estrategia. Se le encomendaba lo mismo buscar aliados inversionistas para entregarles los tesoros del Estado Benefactor mexicano (empresas de la nación) a cambio de profundas lealtades, como operar políticamente con los grupos factos más influyentes de México. Se sabe hoy día, que Raúl incluso fue utilizado para negociar con los jefes de los cárteles de la droga, esto a partir de las revelaciones que diera el expresidente Miguel de la Madrid.
Dicha ruptura nunca puede ser considerada como un hecho aislado dentro del contexto de una investigación seria y creíble sobre el asesinato de Colosio, lo mismo la designación de la ratonera para hacer un mitin (Lomas Taurinas) en la que fue ultimado, así como los diferentes disparos con diferentes calibres, o los distintos Aburtos que participaron en el evento, o los diversos fiscales que en lugar de esclarecer revolvieron las investigaciones con líneas distractivas de investigación, etc.
Independientemente que ésta administración someta a los expresidentes a algún tipo de Juicio político o instaure una comisión de la verdad para algún día recuperar nuestra historia y saber lo que verdaderamente ocurrió en éste y otros hechos. Lo cierto es que hay lecciones que se deben aprender como sociedad sobre lo ocurrido hace 25 años. La primera de ellas es entender que Colosio fue el primer mártir de la democracia mexicana, fue la figura política que cimbró el sistema autoritario y que aflojó las entrañas del poder desde dentro. Segundo, la reelección no se lleva con nuestra cultura política, ya sea de facto o de hecho, la relección sigue siendo un tabú y una perversa tentación que a más de un presidente puede llegar a enloquecer. Y tercero, el AMLO del 2006 pudo ser un Colosio, y Calderón un Salinas, que México afortunadamente 12 años después demostró que ya no necesita.
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