Por Agustín Labrada
La música, en su eterno fluir, abre sus alas, y en esas notas se conjugan –igual que en un cuadro fílmico– historias, paisajes y gente; como al escuchar un blues que nos sugiere imágenes de extensos campos de algodón, iglesias rurales del sur norteamericano y hombres negros cargados de tristeza.
En los acordes de Astor Piazzolla creemos sentir un misticismo argentino, tan propenso al misterio y la emoción desgarrada, como algunos reggaes de Jamaica o el fado de Portugal, asociado siempre a viejos barcos, nostalgias y viajes; y en esa inmensa casa de sonidos entra también el son de Cuba.
Desde allí, y a sólo días de haber protagonizado una gira exitosa en diez países europeos, Adalberto Álvarez y su grupo de músicos vienen a Quintana Roo como invitados al VIII Festival de Cultura del Caribe y traen con ellos un huracán desbordado de canciones que expresan el alma de su isla.
Adalberto Álvarez es considerado por la crítica más especializada toda una personalidad del espectáculo caribeño y uno de los principales exponentes del neoson, según Leonardo Acosta, cuyas composiciones interpretan Willy Rosario, Eddy Palmieri, Papo Lucca, Cheo Feliciano y Andy Montañez.
Larga es su historia y todos sus discos han contribuido a enaltecerla hasta el límite de la leyenda. Es un hombre que trabaja e ilumina con su talento. Le llaman “El caballero del son” y tiene el mérito de haber hecho bailar a los fríos ingleses en el mejor club de jazz que existe en la ciudad de Londres.
Embajador de sus ritmos, Adalberto comenta que en Suecia y Dinamarca, en Francia e Italia, en Suiza y España… el son triunfa y tiene muchos seguidores como en Japón y Estados Unidos, y es un motivo de fiesta compartir con el orbe ese género de apenas cien años y mucho espíritu.
¿Qué es para Adalberto Álvarez la música caribeña?
Es un poco la vida misma, no creo que la gente pueda vivir sin música. Si así fuera el Caribe sería un error. La música caribeña es la sangre nuestra.
¿Cuáles han sido tus innovaciones dentro del son cubano?
Soy un seguidor de los pioneros del son cubano, de Arsenio y Chapotín, de Benny Moré y de otros grandes, pero los veo desde mi óptica de los años ochenta y noventa, y creo que la innovación está en hacer esta música con la sonoridad de nuestro tiempo y respetando siempre sus patrones rítmicos y los criterios del bailador. He trabajado en la armonía y en los timbres, pero en función del baile y de la gente, quiero que la gente se sienta feliz con mi música.
Aparte de los artistas mencionados, ¿por qué otros músicos y compositores sientes admiración o han influido de alguna manera en tu estilo?
Ellos, desde luego, pero también otros músicos que no son propiamente soneros como Federico Chopin, los brasileños Caetano Veloso y Carlos Jobim o el jazzista Oscar Peterson. Todo eso tiene que ver con mi carrera artística, aunque mi música sea diferente. Me gusta el ballet y asisto a sus funciones. Me encanta la ópera, es una música que nunca falta en mi casa, en mi oficina y en mi carro.
¿La experiencia del conjunto “Son 14”, creado por ti, renovó en su tiempo la música popular cubana?
“Son 14” salió a la luz en un momento en que la música cubana estaba buscando nuevos cauces. Había entonces, a finales de los setenta, mucha influencia de la música extranjera en Cuba y las orquestas se estaban reiterando musicalmente. “Son 14” fue como la inyección moderna del son con calidad. La gente se dijo: era esto lo que estábamos esperando.
Algunos comentaristas afirman que “A Bayamo en coche”, “¿Qué tú quieres que te den?” y “El son de la madrugada” son tres piezas antológicas en el panorama musical cubano. ¿Puedes contarnos brevemente su proceso de creación?
Yo iba para Santiago de Cuba y el ómnibus se rompió cerca de la terminal de coches de Bayamo, cuando los coches tirados por caballos no estaban de moda en Cuba. Me dije que sería rico andar en uno y comencé a hacer la canción en el autobús que salió para Santiago. Entonces imaginé una historia que enriquecí con elementos reales como esa parte donde dice: “En la calle Independencia vive la señora Elvira, / es una linda guajira y quiere que yo le cante mi son.”
Cuando el tema se volvió un éxito, los cocheros de Bayamo me hicieron un homenaje y sacaron a los miembros de “Son 14” en catorce coches por todo Bayamo con el pueblo detrás de nosotros, como si fuésemos alcaldes. Otra satisfacción fue que Juan Luis Guerra popularizó la pieza, luego me envió una carta muy bonita y para mí fue un honor. Se puso fatal porque la incluyó en un disco antes de “Burbujas de amor”, que fue el que metió el palo. Tenía que haberla grabado después para recibir un buen derecho de autor.
“El son de la madrugada” lo compuse en Santiago de Cuba una vez que hubo un temblor de tierra y era precisamente de madrugada. Yo soy camagüeyano y sentía cierta nostalgia en Santiago. Me acordaba de Camagüey y de una mujer que quedó atrás, por eso dice: “De madrugada, / por esas calles, / la triste soledad hoy me acompaña, / y entre las sombras se va muriendo/ el mito del recuerdo de tu amor (…) Es difícil creer que haya podido / borrar del pensamiento tu recuerdo, / ya te he olvidado y en ti no pienso…”
“¿Qué tú quieres que te den?” es otro tipo de trabajo, es una experiencia religiosa, pero no como la del baladista español Enrique Iglesias. Yo soy babalao, sacerdote de la religión yoruba y lo concebí, durante una semana que estuve de penitencia, en el propio cuarto de Ifá. En “¿Qué tú quieres que te den?”, se mezclan con el son los cantos afrocubanos y el rap, gusta mucho a la gente y pienso que es la pieza mía que más va a perdurar.
¿Qué desea hacer Adalberto con las letras de sus canciones?
Trato siempre de que sean amenas, a veces románticas, y tengan un lenguaje universal, que cuando alguien las traduzca al chino sepa de lo que estoy hablando. Que sean también muy bailables y muy cubanas.
(Al respecto, ha señalado el narrador y periodista habanero Leonardo Padura Fuentes: “…la expresión fundamental de su programa no está en sus letras, sino en la concepción musical misma que guía su trabajo: la recuperación y modernización del acervo sonero cubano, muchas veces olvidado en la isla y otras tantas desvirtuado más allá de sus fronteras”.)
¿Y con su música?
Igual. Trato de que la gente me entienda musicalmente cuando toco y me comunico.
¿A qué se debe el sobrenombre de “El caballero del son”?
Se debe a que yo siempre he sido un defensor muy grande del son. A mí el término salsa me cae muy mal y lo utilizo porque no me queda más remedio. La salsa no es un género, es un nombre comercial. El que me diga que Celia Cruz es salsera le digo que es mentira, y cuando Oscar D’ León canta “Lágrimas negras” tampoco es salsa, pues Miguel Matamoros hizo puro son. Mi pueblo creó el son y ahora le han querido cambiar su verdadero nombre.
Investigadores y musicólogos opinan que la salsa, nacida en Nueva York, es una fusión de distintos géneros caribeños como el tamborito de Panamá, el merengue de República Dominicana, la plena de Puerto Rico, la cumbia de Colombia, el son cubano…
Cuando suena un merengue todos dicen que es un merengue, cuando se oye un joropo venezolano es un joropo, una cumbia es una cumbia… ¿Por qué cuando se interpreta un son es una salsa y no un son, por qué tiene que tocarnos a nosotros? Esto lo digo con todo el respeto del mundo, por eso defiendo el son a capa y espada, como los caballeros medievales.
(En otra entrevista y sobre la salsa, subraya Álvarez: “Yo respeto mucho sobre todo a la primera generación, que aportó cosas muy interesantes. Hablo de Rubén Blades con Willie Colón, y ese disco, “Siembra”, que es uno de los trabajos cumbres del movimiento (…) Yo creo que existió ahí un trabajo de respeto, donde la música fue protagonista de hechos sociales y culturales”.)
¿Cuál es tu principal meta como músico?
Me siento feliz hasta donde he llegado, quiero mantenerme, y que mientras esté tocando el público me considere y me quiera, y cuando deje de tocar que lo siga haciendo.
¿Para qué sirven los festivales de cultura del Caribe?
Es una forma de intercambiar nuestras culturas, aunque mi grupo trabaja más en Europa donde el éxito del son es rotundo. Es interesante a partir del fenómeno de que se hace fuerte la unidad caribeña sobre la base de los lazos culturales entre nuestros países y sirven también para enterarnos de cómo anda el paisaje sonoro.
¿Cuál es la situación de la música bailable en Cuba?
Hay una potencia grande de músicos en estos momentos y pienso que en Cuba se baila más que en ningún lugar en el mundo. No existe un país tan divertido y tan alegre como el nuestro, aun en medio de todos los problemas que nos rodean. Existen dos tendencias en este fin de siglo, una que se proyecta a un nivel local y otra a un nivel internacional. Esos músicos poseen gran técnica y tienen unos estudios académicos envidiables.
¿El pueblo cubano sigue de cerca la evolución del son?
Para el pueblo cubano el son lo es todo. Ahora mismo, hoy miércoles 19 de noviembre de 1997, tú vas al Palacio de la Salsa en La Habana y está lleno de personas bailando. La gente baila con Juan Formell, con “El médico de la salsa”, y otros más. La gente se involucra, disfruta y ama la música que es sinónimo de identidad y amor a la tierra.
Luego de la entrevista, Adalberto y sus músicos tocan en la Explanada de la Bandera e inundan de ritmo la última noche del festival. La multitud baila enardecida y participa con su júbilo, el ritmo ondula sobre el agua de la bahía y los cantantes llevan hasta el clímax sus cadenciosas voces soneras.
Vestido con un saco impecable, Adalberto se mueve en el mismo escenario en que años atrás cantaron y tocaron para México artistas relevantes como Celia Cruz, Willie Colón, Tito Puente, la “Orquesta Original de Manzanillo”, Oscar D’ León, Willy Chirino y “Papo Lucca y la Sonora Ponceña”.
En otro contexto, el de una producción cinematográfica de Rigoberto López que se nombra “Yo soy, del son a la salsa” y fue premiada en el Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano, Álvarez también aparece junto a figuras caribeñas con la elegancia y calidad que lo distinguen.
Ahora, exhibe las piezas más representativas de su último disco nombrado “¡¡¡Magistral!!!” que, según afirma en sus apuntes el periodista Pedro de la Hoz: “…ensanchan el horizonte expresivo de uno de los mejores exponentes de la salsa (…) mezcla de fuego y reposo, de pimienta y distinción”.
Es el son, con su aire urbano de final del milenio, nacido allá en el Oriente de Cuba donde el almirante Cristóbal Colón pudo tocar por vez primera la isla, donde apareció sobre su mar azul la virgen de la Caridad, donde comenzaron todas las guerras de independencia y se creó la “Guantanamera”.
Bajo un gigantesco reloj en la frontera de México con Belice, demuestran su excelencia estos jóvenes músicos, herederos de ese son tradicional que alegró al campo de Cuba, llenó de magia sus ciudades pobres y hoy viaja y domina un imperio infinito, en cuyo mapa nunca se duerme el sol.
#Hélices
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