El Minotauro
Nicolás Durán de la Sierra
Dos noticias sin aparente enlace destacan en el espacio informativo de la semana. En una, el presidente López Obrador reconoce que México se había convertido en un ‘narcoestado’ y en la otra, de tono local, se da cuenta de la aprehensión de José Alejandro Marrufo Roldán, alto funcionario del gobierno anterior, el que encabezara el hoy preso por peculado Roberto Borge Angulo.
El factor común es que en ambas notas el protagonista es el pasado y su cruento impacto en nuestro presente, como el esfuerzo por recuperar la seguridad pública del país otrora secuestrada por mafias enquistadas en las propias instituciones o, en la esfera local, la lucha del gobierno estatal por superar las penurias dejadas por una deuda pública imposible de pagar en el corto plazo.
Si en los corrillos políticos se porfía en que no se puede gobernar el hoy anclado en el pasado, la terca realidad, con su ancla de carencias y vicios, insiste en que no se puede lograr el hoy si antes no se limpia el pasado, y no se trata de uno remoto, sino de un ayer tan reciente que aún nos lastima. Los que van por “el borrón y cuenta nueva”, son los mismos que ensuciaron la página.
Quienes afirman que el arresto del exfuncionario –se le acusa de desviar más de tres mil millones de pesos- se debe a la cercanía del informe del gobernador Carlos Joaquín, o que el escándalo de corrupción generado por Emilio Lozoya es mera distracción frente al disque mal manejo de la epidemia, abonan con dolo a la opacidad que tanto mal ha causado a México.
El país y el Estado cargan a su espalda el pesado fardo de la corrupción de su pasado inmediato y muchos de los autores del saqueo y, peor, de la perversión de parte del Estado Mexicano, gozan aún de dorada libertad. Es posible que la captura del exfuncionario lleve al arresto de Juan Pablo Guillermo Molina, uno de los principales responsables del descalabro económico estatal.
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