Nicolás Durán de la Sierra
A sus recién cumplidos 32 años de fundada, y con casi uno de autónoma, el futuro de la universidad estatal se presenta difícil, tormentoso. Tiene, entre otras sombras académicas, el amargo laurel de ser la única en el país que en vez de crecer su matrícula, pierde estudiantes y anuncia el cierre de carreras como Gobierno y Gestión Pública, Antropología y Relaciones Internacionales.
Quien suceda en la rectoría a Francisco López Mena el próximo 15 de agosto, hallará este oscuro panorama, por no hablar de un raquítico presupuesto que ronda apenas los 500 millones de pesos, y un ambiente en el claustro en el que maestros y alumnos tienen abierto repudio al manejo empresarial que quiso imponer en la casa de estudios el rector que, sin gloria, se marcha.
Sería injusto atribuir a éste la situación en que hoy está la Universidad Autónoma de Quintana Roo, pues su desplome viene de tiempo atrás, de la suma de pifias de los rectores electos por los gobiernos estatales en curso; de yerros en los que, de remate, se puede hablar hasta de un desvío de recursos que cualquiera día de estos será aireado por la Auditoria Superior de la Federación.
Dos figuras destacan en este gris horizonte, una la de la gobernadora Mara Lezama, universitaria y maestra ella, que sin duda será proclive a la renovación de la casa de estudios y la otra, la del doctor Miguel Borge, fundador de la propia universidad –“tengo un nexo inextinguible con ella”, dice- quien encabezará un movimiento para dotarla de mayores recursos.
El problema inició, reflexiona el también exgobernador, cuando la estructura de organización de la universidad dejó de ser horizontal y se convirtió en vertical, lo que desalentó el desarrollo del propio cuerpo académico y generó el descenso en la matrícula y hasta la deserción estudiantil. La Uqroo está destinada a ser la presencia de México en el Caribe y debemos retomar la idea.
Difícil tarea la de quien ocupe la nueva rectoría, pues el rescate será gradual, ya que el daño es mayor. Además de reordenar la vida académica con justicia y sentido social, deberá buscar más recursos para la universidad, pero sin mengua de la autonomía recién lograda y desde la base de que una universidad libre, con pensamiento crítico y humanista, nos conviene a todos.
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