A Tiro de Piedra /
Por Julian Santiesteban /
Desde las conferencias matutinas del presidente, Andrés Manuel López Obrador, él mismo y su secretaria del Trabajo, Luisa María Alcalde Luján, han señalado a Quintana Roo como el estado que mayor cantidad de empleos ha perdido por la pandemia del Covid-19; viviendo esta entidad del turismo y siendo el principal destino del ramo en todo el país y segundo a nivel Latinoamérica, está de más describir la urgencia para que la actividad turística sea considerada primordial, pero desde la comodidad del aire acondicionado en el centro del país se sigue discutiendo si se considera o no, una actividad esencial. Total, no hay prisa.
El turismo en México genera el 8.7 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB), lo que representa unos 24 mil 563 millones de dólares, ocupa a 11 millones de personas directa e indirectamente y se reciben unos 45 millones de visitantes. En la pandemia, tan sólo Quintana Roo ha perdido más de 90 mil empleos, pero aun así el gobierno federal ha pedido a las entidades turísticas esperar al próximo semáforo epidemiológico para saber si su actividad económica prioritaria puede reiniciar; esto, cuando está por concluir la primera semana de haberse instrumentado el “semáforo local”; con un gobierno quintanarroense que tiene ya más de dos meses entregando despensas a casi medio millón de familias para que puedan tener alimentos y con una expectativa económica tan deprimente, que en el escenario más optimista, alcanzará las cifras que tuvo en el 2019, hasta el año 2023. Pero total, desde el escritorio se observa que si se puede esperar.
El turismo ha sido una de las actividades más olvidadas en la actual administración, la desaparición del Consejo de Promoción Turística de México (CPTM), la incumplida promesa de asentar la Secretaría de Turismo (Sectur) en Chetumal, el recorte presupuestal –que inició desde el gobierno anterior-, la cancelación en la entrega de distintivos de Pueblos Mágicos, la creación de un Consejo Diplomático de Turismo –cuerpo amorfo que no termina por tener tareas específicas y efectivas-; y si a todo ello se suma la pandemia provocada por el Covid-19, se tiene como consecuencia un sector económico derrumbado.
Pero no menos difícil es el regreso, entre trámites burocráticos que favorecen la corrupción (¿nos lees Cofepris? ¿Miguel Pino Murillo? ¿Nada? ok); y desinterés desde el centro de la República, ahora los empresarios turísticos, los gobiernos locales, los empleados del sector, tendrán que esperar a que, desde el escritorio, algún funcionario diga que ya es posible poner en marcha gradual su actividad. El “tortuguismo” nos permite recordar que, desde inicios de marzo, entidades turísticas solicitaron al gobierno de Andrés Manuel López Obrador que autorizara las llamadas “pruebas rápidas” para aplicarse a los turistas cuando los trabajos reiniciaran, y hasta finales de mayo obtuvieron respuesta positiva (Cofepris, de nuevo, pero a nivel federal); así que, a esperar, que algún día alguien mostrará interés. Resulta que la “nueva normalidad” es tan ineficiente como la que quedó atrás, antes de la pandemia.
COMENTARIO MORBOSO
Y así como desde la presidencia de la República se alienta la reprobación pública y se inventan serpentinas conspiraciones para derrocar a la Cuarta Transformación Republicana, también por su parte se organizan tomas por asalto a organismos clave que mantendrían al actual régimen en el poder.
La Cámara de Diputados federal tiene pendiente la designación de cuatro consejeros electorales (el Consejo General tiene 10 con derecho a voto, además; sin derecho a voto, uno por cada fracción parlamentaria y un representante por cada partido político); desde el 31 de marzo debieron concretarse las designaciones pero el Covid-19 ha retrasado el proceso. Morena tiene mayoría y se apresta a usarla –como lo han hecho todos los partidos que han estado en el poder-; ha habido reacciones para señalar el exceso y en eso y en la resistencia a someterse al poder, estaría fundada la guerra desatada en contra del Instituto Nacional Electoral (INE), señalado desde siempre por el presidente de servir al poder… ¿ser parte de la BOA entonces sería el motivo por el cual no se someten a su voluntad? ¿pues no que mucha vocación democrática? Por lo pronto, Porfirio Muñoz Ledo, ex presidente de la Cámara de Diputados, urgió a su coordinador legislativo, Mario Delgado Carrillo, a apurar el proceso porque el proceso electoral ya está cerca, debe iniciar en septiembre. Hasta ahora Delgado Carrillo no ha respondido, será que se pretende retrasar para que los apurados nombramientos no tengan cuestionamientos, pero además, que no haya tiempo para rechazarlos, dada la urgencia de organizar las elecciones más abultadas en la historia de México. Eso sí que sería de “culebras”, no tanto de BOAs; así se observa desde aquí, A Tiro de Piedra. Nos leemos en la próxima
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