Nicolás Durán de la Sierra
Si bien la idea tiene años, el pasado junio el presidente López Obrador, alegando su elevado costo, replanteó la tesis de reducir el tamaño de las cámaras de diputados y senadores, una idea frenada por el enfático “no” de la oposición y porque tampoco entre la grey Morena la noción fue aplaudida, pues muchos de sus diputados en funciones son “plurinominales” o indirectos.
Este proyecto, el de eliminar 200 diputaciones federales y 32 senadurías, y dejar solo las obtenidas por el voto directo, fue impulsado sin éxito en los sexenios de los expresidentes Felipe Calderón, del PAN, y Enrique Peña Nieto, del PRI, aunque estos solamente propusieran la mengua de cien curules indirectas sin tocar en ningún momento los escaños senatoriales.
Cabe señalar que en estas oportunidades, acaso la voz más sonora en contra fue la de Morena, partido que hoy -vaya paradoja- lo propone otra vez. En las legislaturas en que se planteara la idea las filas guindas, integradas entonces por una mayoría de curules indirectas, acusó al partido en el poder de pretender ser totalitario y de intentar silenciar las voces de oposición.
El motor que anima la existencia de las “pluris” es que cada voto tiene valor y debe estar representado en las cámaras como eje de nuestra vida pública; de hecho, este sistema ha sido copiado por otros países. Desde luego, todo lo humano es perfectible y, por ello también es corruptible, otra bandera utilizada contra esta misma modalidad del sufragio.
Si en una hipotética votación de cien electores, el 51% optara por un candidato, esto no implica que el voto del otro 49% deba ser ignorado; ahora bien, lo que hacen los partidos con tal porcentaje, con los espacios que de este resulten, es lo que genera la tan airada corrupción, que va del pago de favores a curules que blindan con el fuero a lideres partidistas o a sus favoritos.
Salta a la vista que el error no es de la modalidad de las “pluris”, sino de los partidos y son ellos los dignos de arbitraje. Se dice también, por ejemplo, que son muchos diputados, pero si consideramos que México, con su particular geografía, tiene 130 millones de habitantes, 500 curules no resultan excesivas. Serían algo así como 260 mil habitantes por cada legislador.
Según cálculo de la propia bancada guinda, eliminar las “pluris”, con lo que ello implica en el ámbito federal y en los estados, supondría un ahorro anual de solamente unos 300 millones de pesos, cantidad nimia frente a los perjuicios de un proyecto que, además, se antoja difícil de concretar por la oposición dentro y fuera de Morena. Suena mas a propaganda, que a otra cosa…
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