Para entender los estereotipos de género es fundamental conocer la diferencia entre sexo y género. El primero se refiere a las características anatómicas y fisiológicas con las que nacemos. En cambio género es el conjunto de ideas y atribuciones que una sociedad determinada considera apropiados para cada sexo. Es una construcción social.
Los estereotipos de género son ideas preconcebidas sobre los papeles que deben desempeñar las mujeres y los hombres en todos los ámbitos de la sociedad. Son como “etiquetas” que se les adhieren a las personas desde que nacen para que cumplen determinados roles o conductas.
Una consecuencia de los estereotipos de género es la construcción de los roles de género, que son conductas, tareas, responsabilidades, funciones, entre otros, que deben llevar a cabo los hombres y mujeres por el mero hecho de serlo. Esta asignación se determina por haber nacido hombre o mujer, desconociendo a las personas en lo individual y por lo tanto afectan su autonomía y capacidad de decisión.
Vistos de manera global, los roles de género se pueden distinguir a partir de dos grandes rubros: el hogar y el trabajo. Así, el rol reproductivo propio de la mujer, determina sus funciones de cuidadora del hogar. Es normal que la mujer se encargue de la familia, preparar la comida, lavar la ropa, trapear, atender a los hijos, entre muchas otras labores. De tal forma, lo femenino es lo maternal, lo doméstico, aquellas actividades que se llevan a cabo en el hogar, en el ámbito privado, contrapuesto con lo masculino, que se identifica con lo público, lo productivo, ya que solamente los hombres tienen la capacidad para realizar actividades operativas, de liderazgo, etc.
La dicotomía masculino-femenino impone estereotipos, formas de ser, ideas preconcebidas sobre los papeles que deben desempeñar las mujeres y los hombres, limitando de esta forma las capacidades de las mujeres y hombres para desarrollar decisiones de vida.
¿Dónde empieza todo? Desde el momento que se conoce el sexo biológico de un recién nacido, hasta su ulterior desarrollo. En ese momento los padres y los familiares, esperan que la niña sea “bonita”, “cariñosa”, “delicada”, “servicial”, “tierna”, que son atributos creados socialmente. Más tarde, cuando crecen es normal que las niñas atiendan a sus hermanos, apoyen a su madre a lavar trastes, trapear, y un largo etcétera.
Por el contrario, si es un niño, de inmediato socialmente se espera que sea “valiente”, “intrépido”, “seguro”. Son ideas preconfiguradas, donde los niños deben ser fuertes porque “llorar es cosa de niñas”. No deben ser débiles.
De tal forma, lo masculino se refiere a la imagen fuerte, de dominio que deben tener los hombres, los cuales por obligación son los proveedores del hogar y mantienen a “su” mujer e hijos.
De acuerdo a esa concepción, las mujeres (lo femenino) implica una supuesta inferioridad respecto a los hombres (lo masculino), los cuales, desde infantes, son superiores en todos los aspectos (en lo intelectual, moral, físicamente, etc.), y por eso es “lógico” que dominen a la mujer, en una falsa percepción que permea todos los ámbitos de la vida, siendo natural que se considere que la esposa le pida permiso a su esposo para ir a tal o cual lugar, lo obedezca y que, incluso, le propine golpes por no cumplir las obligaciones asignadas, entre ellas tener sexo con su esposo su consentimiento.
Socialmente se piensa que las mujeres hacen trabajos rutinarios, manuales, que no pueden llevar a cabo labores de dirección o de coordinación, dado que los hombres son más dinámicos, racionales, es decir, están más capacitados. Son dominantes y las mujeres pasivas.
Con estas ideas preconcebidas, históricamente se había excluido a las mujeres del ámbito público y de los órganos de representación popular, aludiendo que era el “sexo débil”. Se normalizaron relaciones de poder y de dominación, que subordinaban a la mujer respecto a los hombres.
Como dijimos, los estereotipos de género son una herencia familiar y colectiva, que limita capacidades y proyectos de vida de hombres y mujeres, que, en lo individual son diferentes y muchas veces desean tomar decisiones de vida alejadas de esas ideas preconcebidas.
Claro estamos hablando en términos generales y se ha avanzado mucho en las últimas décadas, pero si observamos bien, en la sociedad mexicana, abierta o veladamente los estereotipos de género están presentes y perpetúan desigualdades.
Vivimos todavía en una sociedad patriarcal, en donde los estereotipos de género la retroalimentan, por ello hay que identificarlos para establecer acciones para su erradicación.
Es urgente visibilizar y erradicar los estereotipos de género que perpetúan desigualdades y, muchas veces, tienen como consecuencia violencia y discriminación.
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