Por Raúl Caraveo
El anterior artículo termina con dos preguntas; ¿Quién dirige a Morena en Quintana Roo? Y ¿Quiénes son los responsables del incremento de la inseguridad? Pareciera que salían del contexto -no es así-, desde siempre los partidos políticos son el instrumento ad hoc para llegar a obtener el poder político en una democracia, curiosamente en un régimen parlamentario con continuas elecciones de todos los niveles es muy difícil que un partido o coalición obtenga la mayoría cuasi absoluta; en todos los puestos de representación como diputaciones locales y federal, gobernaturas y presidencias municipales, y muy pronto de los jueces, magistrados y ministros del poder judicial.
El avance estrepitoso de la coalición Morena-PVEM-PT en los últimos meses se debió a varios factores que ya no van a poder repetirse al mismo tiempo por segunda ocasión, (exceptuando si se hace uso de la corrupción electoral) luego entonces si ya tienen el control político casi absoluto y me refiero al caso del estado de Quintana Roo, que falta para que se apliquen a la tarea de crear un entorno seguro al interior. El monopolio de la violencia legítima reside en el Estado y su función es ejercerla para brindar seguridad a sus ciudadanos y su patrimonio. De qué manera es que nuevas generaciones de funcionarios-políticos no cumplen con su tarea principal.
La pregunta de quién dirige Morena en Quintana Roo va orientada a conocer las reales motivaciones sobre el control político absoluto del estado y ¿para qué? Es decir que interlocución tiene con los responsables de la inseguridad y escasa atención a la violencia. Hoy nuestros políticos están inmersos en una carrera por obtener candidaturas a futuro, los diputados locales, regidores y presidentes municipales buscan posicionarse para el siguiente puesto de elección popular inmediato superior o del mismo nivel; todos en un juego de imagen y presencia mediática para ser visto e ir sentando la percepción en el ciudadano que será el próximo candidato. En eso se les va la vida como políticos de un grupo dentro de las esferas del grupo gobernante.
Mientras cada semana surge una nueva declaración de un político que decide aspirar a ser el candidato, –como si fuera el nuevo iluminado que viene a salvar el universo– los índices de violencia y delincuencia en todas sus expresiones sigue avanzando tocando todos los rincones del estado. El partido en el poder tiene todas las mayorías para hacer y deshacer, la oposición fragmentada sin opciones y el ciudadano incrédulo pensando si esta nueva reedición de “la política a la mexicana” es por lo que tantos años de crisis cíclicas estuvimos luchando; si recorrimos un arduo camino para luego regresar por el mismo sendero y caer en los mismos errores, contradicciones y vicios del siglo pasado. ¿Es acaso una maldición?
¿Es acaso el ADN de cada mexicano que nos lleva a repetir las mismas conductas que poco antes criticamos y aborrecimos? Entonces no era la culpa del PNR-PRM-PRI; sino que somos nosotros mismos, cada uno en su concepción de vida, de sociedad los que estamos tan dañados.
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