El Minotauro /
Por Nicolás Durán de la Sierra /
La muerte de José Antonio Archí Yama, que así se llamó el policía ultimado por uno de los cárteles que disputan el tráfico de drogas en el norte del Estado, puso otra vez en el rol de noticias la inseguridad pública que afirman, algunos con dolo, priva en Quintana Roo. Terrible fue el homicidio del policía y terrible fue, asimismo, el obscuro manejo político que se diera al suceso.
Para el Estado, fue novedoso el uso de las redes sociales por parte del cártel criminal, pues se usaron tanto para intimidar a la población al exhibir imágenes de extrema crueldad, como para difamar al gobernador al pretender ligarlo con grupos criminales. Cierto es que no lograron su meta y que, al contrario, su imagen salió fortalecida, pero el amago del cartel resulta amenazante.
La denuncia del gobernador de que tras la maniobra se hallan intereses de “políticos del pasado” que, asociados con los carteles, quieren regresar al poder, fue la réplica al ataque a su gobierno y es deseable que a la denuncia sigan procesos contra los responsables. Aunque no lo dijo, la maniobra evidenció también lo feroz de la lucha contra los cárteles que se da en el Estado.
Quintana Roo, al igual que en el resto del país, enfrenta problemas de seguridad pública, pero de eso a decir que la inseguridad priva en el Estado hay un abismo. El uso alevoso de las redes sociales, como en el caso del policía asesinado, es una amenaza que debe alertar al usuario pues mucha información que llega por éstas es falsa y hasta dolosa.
Lo burdo del ataque al gobierno de Carlos Joaquín obró en favor de éste, pero su infamia hace pensar que el episodio aún no finaliza, y menos aún si como se afirma hay elementos políticos. Los cárteles, como sucede en los estados norteños, usan las redes para generar miedo entre la gente, y recordemos que el miedo es contagioso y la serenidad de juicio es nuestro mejor aliado.
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