El Minotauro /
Por Nicolás Durán de la Sierra /
De no ser por la tenaz embestida de diversos periódicos y sitios en redes a los que les redujeron publicidades y canonjías; de no ser por la pública rabia de empresarios obligados a pagar impuestos; de no ser por el belicoso y publico afán de Felipe Calderón y hasta del alunado Fox por proteger sus trafiques, la denuncia del presidente López Obrador del desarrollo de una conspiración en su contra, podría tomarse como superchería.
No obstante, hay hechos que avalan el anuncio. Si bien no tantos como plantea el pliego que pauta la conjura, sí hay gobernadores que, alegando maltratos en sus finanzas, amagan con salir del pacto federal. En lo que toca a Jalisco y Tamaulipas, se trata de gobiernos a los que se vincula con el narcotráfico, y otros, como los de Chihuahua y Nuevo León, a los que se les acusan de malos manejos de sus finanzas.
En ese tenor, atinada resultó la posición asumida por el gobernador de Quintana Roo al marcar distancia con el grupo opositor. “Creo en la democracia y en la política que nos permite pensar diferente pero llegar a acuerdos para avanzar; no he participado ni participaré en ningún bloque que busque desestabilizar al país”, dijo en breve mensaje electrónico publicado poco después de la denuncia presidencial.
El deslinde de Carlos Joaquín del grupo disidente no es sorpresivo. Semanas antes, luego de su visita al Palacio Nacional, se había alejado de sus pares sumados hoy a tal bloque; buscó coincidencias con el presidente y las encontró, mientras los otros buscaban y buscan aún el conflicto político por causas diferentes al desarrollo de sus estados, que es para lo que fueron electos. Algunos, intentan resguardar su libertad en el escándalo político, en el “río revuelto” del conflicto.
Por otra parte, el que un grupo quiera unirse en pos del poder público –ya sea de gobernadores, de empresarios o de periodistas- es un ejercicio democrático habitual. Ir por los votos que venzan a Morena es su derecho y lo pueden ejercer en el próximo proceso electoral, pero la desestabilización es una voz propia del discurso de la violencia, de la devastadora violencia política y mostrar esta posibilidad real fue el objetivo de López Obrador.
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