Por Nicolás Durán de la Sierra
Alguna cruel maldición debe sufrir el recinto legislativo del Estado pues, desde hace años, cada legislatura que entra resulta peor que la anterior; algún conjuro ha de hacer que, al menos desde el 2013 con el XIII colegio de diputados, imperen allí corrupción e ineficiencia. Van y vienen los partidos y disfrutan de las mieles del dinero público, pero el corolario es siempre el mismo: terrible.
Si dejamos de lado los colegios cómplices del entonces gobernador Roberto Borge, escandalosos hasta fuera de las fronteras estatales, y vemos las últimas legislaturas, el panorama es oscuro. Las dos de Carlos Joaquín, bajo el mangoneo del PAN y la primera de este sexenio, bajo la tutela del Partido Verde, quedaron a deber mucho a la comunidad; se sirvieron a sí mismos, no a la gente.
No se ha de abundar aquí, por espacio, en los obscuros manejos de dinero de esos trienios, que los hubo, pero en lo político la cosecha no fue mejor, mas pese a ello sus otrora dirigentes se creen dignos de seguir pegados al tesoro público: Eduardo Martínez Arcila busca una curul en Cancún, y Renán Sánchez Tajonar, ansía la alcaldía de Cozumel. Van con el cinismo por bandera.
La XVII Legislatura que está por acabar, liderada por el guinda Humberto Aldana, siguió la misma ruta que las anteriores. Aparte de un oscuro manejo de recursos, dejó a la comunidad una estela de abusos. El Instituto de Movilidad es tan solo un ejemplo. No obstante, fue premiado por Morena con una curul federal sin tener a su favor siquiera un voto directo. El mundo al revés.
Quizá las curules estén emponzoñadas de codicia y esto pervierta a quienes en ellas se sientan, o quizá la clase política estatal esté en franco derrumbe, pero el recinto legislativo lejos está de representar los intereses de los ciudadanos y nada hace suponer que la que viene, la XVIII legislatura, la que será electa este 2 de junio, no se liberará de este anatema.
Oscuro hado el de la cámara de diputados.
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