Colateral
Oscar Bernal
Hay un proverbio que dice que “el infierno esta lleno de buenas intenciones y el cielo de buenas obras”. A Andrés Manuel López Obrador parece que lo consumió el tsunami de la realidad, no ha podido llevar al terreno de la ejecución sus estrategias y sus sueños de bienestar, honestidad y desarrollo.
México ha vivido la campaña más larga de la historia, la de Andrés Manuel. Es el candidato más persistente, pero también es el más alejado del radar de la realidad. No es que no le hayan avisado que ya se acabó la campaña electoral, él lo sabe. Los órganos autónomos como el INE, los OPLES y los tribunales electorales deben encontrarse en shock al ver que el candidato continua en su actividad electoral desde las oficinas del Palacio Nacional; la campaña no termina.
En diversas colaboraciones que he presentado, con datos oficiales, tanto un servidor como muchos analistas, especialistas, comunicólogos, periodistas y opinólogos, que el candidato, ya en el encargo constitucional en el poder ejecutivo, miente.
Pero mi tema esta semana no es sobre la mentira crónica del candidato, sino reflexionar sobre las buenas intenciones de un hombre con un sueño, que decide dejar su partido el PRI, físicamente para llevar a cabo, buenas acciones, pero no dejó sus prácticas. Que encontró en el larguísimo camino hacia la presidencia, un cómodo asiento, el de la candidatura, donde jamás era responsable de los actos del gobierno al que señalaba, ni cuando fue Jefe de Gobierno de la Ciudad de México.
Ese “poder” que le permite a un candidato,controvertir todo lo que este mal hecho sin responsabilizarse de ello. Es ahí, donde un candidato puede tener su éxtasis político, donde el pueblo se vuelca a él o ella, y confía ciegamente. Y es ahí, el mejor escenario para un populista, mantenerse en campaña por el resto de su vida, y soñar sin tener que despertar, donde las buenas intenciones, valen más que las obligaciones.
Sé el primer en dejar tu comentario de esta noticia