Nicolás Durán de la Sierra
Si hubiese que calificar la gestión de Mara Lezama con una palabra, esta sería la de solidario. Su gobierno ha mostrado, en más de un sentido, su vocación por servir, por unirse a la causa de los demás y en especial de los más desprotegidos. Esto tiene especial relevancia en un Estado en el que casi la mitad de su población enfrenta la pobreza y una parte de ella está en la miseria.
Los datos de la Secretaria del Bienestar no dejan duda: su meta es atender a los más de 800 mil habitantes por debajo de la pobreza media nacional –al menos 170 mil en situación extrema- y a ello se aplica con diversos programas, sí, pero también de manera presencial y ello da la impronta de su gobierno. Está a ras de calle, entre la gente y sus problemas.
Mucho se ha dicho sobre sus programas de apoyo a la mujer y su impacto familiar, de su combate al hambre sobre todo en el área rural, pero de entre ellos destacan dos proyectos: el de las brigadas “Salud para Todos”, que ha ido por todo el Estado y prestado casi 150 mil servicios, medicamentos incluidos, y ahora los de “Impulso” y “Unidos para Transformar”.
Estos nuevos programas tienen estrecha relación con la lucha contra la pobreza y sus secuelas en áreas críticas pues apoya, con dinero, proyectos de empleo, cursos y talleres que hacen frente a patologías como la violencia contra la mujer, y en síntesis fomentan la regeneración del tejido social y, por ende, van por la paz social tan ajena a veces en las ciudades del norte estatal.
Mas el sello de su gobierno, se dijo, es el que da con su cercanía a la gente, en especial en áreas críticas. Con facilidad va de la recepción del crucero más grande del mundo en Cozumel a las calles anegadas de Holbox tras el frente frío de hace unos días y ello le da peso político y, claro, peso electoral a la 4T pero sobre todo le da peso moral a ella como gobernante.
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