Durante el sexenio anterior, varias fueron las publicaciones y disertaciones respecto de las veces en las que el expresidente expresó con sorna aquella frase que decía “no me vengan con qué la ley es la ley”, y en efecto, durante ese periodo gubernamental se llevó a cabo un conflicto entre el Poder Ejecutivo y el Poder Judicial para determinar quién era el administrador único de la Constitución Política de este país.
Sin embargo, más allá de los debates políticos y de las notas de prensa que pudieron publicarse a favor o en contra de uno y de otro poder, debemos explorar un poco más a fondo sobre estos temas que sin duda se quedaron sólo en lo superficial haciendo que gran parte de los gobernados de este país se llevarán una pésima impresión del Poder Judicial, y una visión diferente de lo que en realidad es la Ley, el Derecho, y las teorías de donde emanan.
Es así que, quisiera comenzar esta breve disertación primeramente manifestando que después de la reforma judicial y constitucional, parece ser que, en efecto, en México hoy “la Ley es la Ley”. Es decir, que todo aquello que en su momento vimos como un fantasma o un impedimento para gobernar, hoy se convirtió en realidad, ya que derivado de dichas reformas, el Poder Judicial Federal se encuentra expresamente impedido en algunos casos para poder interpretar la Ley, razón principal de su existir, con lo cual el principio de la literalidad en nuestra norma máxima se hace presente, lo que nos lleva al siglo XIX en donde distintas teorías del derecho como las racionalistas emanadas de las escuelas francesa y alemana, establecían que el derecho era perfecto, que la ley era justa por sí misma, y por ende, no requería de interpretación a través del poder judicial, ya que el papel del juzgador únicamente era el de aplicar la literalidad.
En tal virtud, aquella máxima plasmada en el siglo XIX en la que el juzgador solamente tenía que saber leer porque el derecho era infalible, por el solo hecho de ser emanado del Poder Legislativo (en su mayoría compuesto por desconocedores del Derecho), nuevamente vuelve a aparecer en la plenitud del siglo XXI en México, en donde luego de las restricciones para la interpretación de la norma constitucional, pareciera ser, que lo que busca la nueva reforma judicial para la elección de las personas que habrán de ocupar espacios en los tribunales federales y locales, es precisamente la misma. Saber leer, porque el derecho es infalible.
Ello nos arroja una diversidad de problemas, ya que esta escuela conocida como exegética emanada de la escuela francesa derivada del Código Napoleónico, y de la escuela alemana de la Teoría de los Conceptos, ambas escuelas influyentes durante el siglo XIX como hemos dicho previamente, se relaciona de manera muy cercana con el origen del neoconstitucionalismo moderno, ya que por una parte, la escuela de la exégesis solamente se rige por aquello que expresamente se encuentra manifestado en la norma jurídica evitando así la interpretación de la misma, y los neoconstitucionalistas que hoy nos rigen en México, consideran igualmente a los principios plasmados en la Constitución, cómo valores fundamentales que mediante la ponderación superan cualquier norma jurídica y por ende, también suprimen el ejercicio de la interpretación, que debiera ser la característica fundamental del juzgador, para poder llegar a la solución de casos concretos.
Es así como el nuevo legislador actual le resta importancia a uno de los ejercicios fundamentales para un Estado de Derecho, para el Contrato Social ideado desde los tiempos de Thomas Hobbes, como lo es el papel del juzgador: el decir el derecho, el interpretar la norma. Que de acuerdo con Hans Kelsen debe tener la libertad discrecional para poder interpretarla y poder agotar esos vacíos en casos particulares en donde la ley no prevé sanción o solución concreta, para no dejar en estado de indefensión a la mayoría de los gobernados.
En este orden de ideas, podemos tener muy claro que el origen de la frase “la Ley es la Ley”, que fue adjudicada falsamente a Hans Kelsen con la finalidad de vincularlo a la escuela alemana, decimos que fue falsamente vinculada a éste para generar adeptos a dicha teoría; porque antes del nacional socialismo, Hans Kelsen desde Austria desarrolló una brillante carrera positivista y hasta después de la guerra, migro hacia la escuela alemana, que ya contaba con esa máxima exegética que fue combatida en diversas ocasiones por el propio Kelsen.
Es por ello que, debemos ser cuidadosos con las palabras, porque la historia conocida muchas veces narra lo contrario, y por ello, algunas máximas como la de “la Ley es la Ley”, terminan siendo una frase completamente opuesta a lo que se pretende cuando se interpretan de forma errónea; y terminan plasmadas en el texto constitucional después de ser enarboladas con motivo de sorna. Así que, lamentablemente, hoy en México, la Ley es la Ley, literalmente como las cosas que no tienen mucho sentido.
Hugo Alday Nieto.
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