Todas las acciones que coadyuven a forjar una cultura de la paz son loables.
Pero en México no podemos hablar de una cultura de la paz mientras no forjemos una cultura de respeto a los derechos humanos.
Vivimos en un mundo inmerso en la violencia. Es nuestra lamentable realidad en muchas zonas del país.
Van varios ejemplos entre miles de ellos que aparecen en los portales informativos de hace unos días:
- “XXX y su hija… de apenas un año de edad, han sido localizadas sin vida luego de que fueron reportadas como desaparecidas tras viajar de Guadalajara, Jalisco al estado de Colima”.
- Una persona roció con gasolina a un perrito, le prendió fuego y falleció. Ante esta acción inhumana y totalmente reprochable, un grupo de vecinos en un poblado de Yucatán, quemó la casa de esa persona.
- “Delincuentes armados persiguieron ayer a un joven hasta una tienda de abarrotes, donde lo ejecutaron, en el norte de Monterrey”.
- “Un pasajero fue agredido por el conductor y la cobradora tras defender a un adulto mayor que estaba siendo humillado y maltratado. Según testigos, el pasajero reclamó por el trato abusivo hacia el anciano, lo que provocó una reacción violenta de los agresores”.
Podríamos seguir enumerando otros asuntos, pero el nivel de violencia que vivimos en México es sinónimo de que sociedad y gobierno, algo estamos haciendo mal, muy mal.
Los hechos de violencia son cotidianos.
¿Qué hacer al respecto?
Evidentemente deben revisarse a fondo las acciones, políticas públicas, así como las instituciones que directa o indirectamente tienen a su cargo temas relacionados con la protección de los derechos humanos, entre los que incluyo los derechos universales de los animales, como seres vivos.
Parte de la violencia se origina por la discriminación motivada por origen étnico o nacional, el género, la edad, las discapacidades, la condición social, las condiciones de salud, la religión, las opiniones, las preferencias sexuales, el estado civil o cualquier otra que atente contra la dignidad humana y tenga por objeto anular o menoscabar los derechos y libertades de las personas
Queda claro que “Todas las autoridades, en el ámbito de sus competencias, tienen la obligación de promover, respetar, proteger y garantizar los derechos humanos de conformidad con los principios de universalidad, interdependencia, indivisibilidad y progresividad. En consecuencia, el Estado deberá prevenir, investigar, sancionar y reparar las violaciones a los derechos humanos, en los términos que establezca la ley”, entonces debemos trabajar en equipo para optimizar recursos, revisar políticas públicas, efectuar campañas de actualización, entre otras acciones iniciales.
Considero que debe forjarse una cultura de la paz y de los derechos humanos, que inicie con la revisión del marco jurídico, procedimental y de las políticas y acciones que hay en la materia y que tienen a cargo las instituciones, dependencias e instancias de los tres órdenes de gobierno.
Es fundamental conjuntar esfuerzos, involucrar a Organizaciones de la Sociedad Civil, instituciones educativas, especialistas e interesados en la materia, para analizar lo anteriormente citado, donde prevalezca un enfoque de derechos humanos con equidad, es decir, que las autoridades centren su actuar para dignificar las condiciones donde viven y trabajan todas las personas.
Además se deben atender las especificidades de las personas que históricamente han estado en desventaja, en situación de vulnerabilidad, como las mujeres, indígenas, adultos mayores, personas con discapacidad, entre otros.
Sólo trabajando en equipo y con un enfoque transversal en materia de derechos humanos podremos avanzar para dignificar la vida de las personas.
Digamos sí a la cultura de la paz, pero entrelazada con el respeto y garantía de los derechos humanos.
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