Por Diana Alvarado
Si vives en Playa del Carmen seguramente ya te diste cuenta de que cada vez es más difícil encontrar una casa o departamento para vivir, ya sea en renta o para comprar, porque han subido mucho de precio, mientras que abundan las construcciones de edificios de departamentos que se ofrecen “como excelentes opciones de inversión para renta vacacional” solo que a precios muy altos o, como decimos, a “precio turista”.
Esto es porque en nuestra ciudad se está dando el fenómeno de la “turistificación”, un mal que padecen las grandes ciudades que promueven el turismo como motor de la economía local, tal como sucede en Cancún y Playa del Carmen. El vertiginoso crecimiento de estas ciudades, la generación de empleos, las opciones de desarrollo y la tan preciada derrama económica están a la vista y cada gobierno municipal y estatal celebran el éxito de esta actividad a la menor provocación.
Pero el turismo tiene otra cara, una tan perjudicial como su éxito: la turistificación que llega con la presencia masiva de turistas y la consecuente saturación de los servicios públicos, el desplazamiento de los residentes a las periferias y el encarecimiento del costo de la vida. Uno de los aspectos más negativos es la especulación y alza en los precios de las viviendas siendo prácticamente inaccesible para gran parte de la clase trabajadora aún con crédito Infonavit o bancario.
Para los jóvenes es doblemente difícil hacerse de un patrimonio. Para comprar una vivienda de un crédito promedio de 1.68 millones de pesos, el interesado debe contar con un salario de 48 mil pesos al mes, para pagar una hipoteca de alrededor de 14 mil pesos y eso es mucho.
En Playa del Carmen, donde hay apenas medio millón de habitantes, ya se empiezan a resentir todos los efectos negativos. Las desarrolladoras inmobiliarias, o cualquier persona con un poco de capital, prefieren invertir su dinero en departamentos para rentas vacacionales en lugar de casas-habitación ante los márgenes de ganancias que pueden tener, y es legítimo. Sin embargo, esto provoca que cada vez haya menos casas-habitación y, por ende, que suban sus costos. Es la ley de la oferta y la demanda.
Además de la crisis de vivienda, con la turistificación se desplazan todos los días negocios locales como tlapalerías, tortillerías, tiendas de abarrotes, consultorios médicos y otros por restaurantes y tiendas de artesanías, todo para turistas.
Las playas públicas cada vez se ven más reducidas ante la invasión de hoteles, restaurantes y clubs de playa con sus mesas y camastros. Incluso, el tejido social se ve mermado ante la imposibilidad de mantener lazos duraderos entre vecinos pues muchos solo vienen de vacaciones.
Es cierto que el turismo debe cuidarse como un motor económico dado su éxito pero no debe ser a costa de otros sectores realmente emergentes que demandan del apoyo del gobierno y, mucho menos, a costa del bien de la población residente.
Lo mejor es buscar mecanismos para diversificar la economía y buscar el equilibrio para que los beneficios y oportunidades lleguen a todos los habitantes. Evitemos que Playa del Carmen tenga los niveles de Barcelona, donde los residentes están hartos de los elevados costos de la vida, lograron la prohibición por ley de las rentas vacacionales y son constantes sus manifestaciones anti-turistas, en las que agreden y corren de muy fea manera a los visitantes.
#PolíticaDeHoy
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