A Tiro de Piedra
Por Julian Santiesteban
No se sale adelante celebrando éxitos
sino superando fracasos
Orison Swett Marden
Quintana Roo cumple 46 años desde que fue erigida entidad federativa, en un año que ha sido verdaderamente para el olvido. Sus destinos turísticos, los más importantes de Latinoamérica, atraviesan por la peor crisis de las últimas décadas, un modelo sobre explotado que funciona a pesar de las autoridades y en la víspera de que estas, en todos sus niveles, sean cambiadas en los dos procesos electorales. El turismo volverá a llegar, pero no el desarrollo.
Para el aniversario 47, Quintana Roo deberá ya haber renovado las 11 alcaldías que tiene; y para el 48, la gubernatura y las 25 diputaciones locales; este es el último festejo que encabezan las actuales autoridades municipales –aun cuando algunos de ellas pudieran buscar la reelección-, pero a estos dos procesos electorales los antecede el año 2020 y la pandemia del Covid-19, que ha dejado desastrada la ya de por sí “alicaída” economía local; con una promesa de “cambio” que llegó en 2016 y, a dos años de concluir la actual administración estatal, luce cada vez más lejana de cumplirse.
Antes de la pandemia, Quintana Roo recibía en promedio 20 millones de habitantes, con esas cifras se preparó para festejar este 2020 el aniversario 50 de Cancún, el destino más importante del país; pero también había ya enormes pendientes que se han postergado por décadas y que, en realidad, nunca se han atendido con suficiencia. La recuperación de playas –la erosión es un factor creciente, más en temporadas intensas de huracanes-; los puentes sobre la Laguna Nichupté que acaban de anunciarse por enésima ocasión y que no se han construido desde hace más de 15 años en que se anunciaron –ahora se ha dicho que en marzo de 2021 iniciarán las obras-; la operación de las empresas outsourcing que tiene a decenas de miles de trabajadores de la industria turística sin prestaciones y en condiciones de subdesarrollo; y la enorme cantidad de asentamientos irregulares, producto de una masiva inmigración. El éxito turístico supone enorme presión social. Todo ello ya estaba antes de la pandemia… y no se ha resuelto.
No se trata de visiones negativas o poco optimistas, sino de dimensionar la acción de gobierno, pues el turismo en el sureste mexicano funciona con buenos y malos gobiernos, una actividad a la que le cargan cada vez más impuestos y cuyos recursos obtenidos se aplican de manera bastante “difusa.” El gobierno federal determinó la creación de este polo de desarrollo y le permitió en 2010 recuperar sus playas, entre esos tiempos y hasta la actualidad hay infinidad de pe queños actos administrativos que, sin duda, han contribuido a dirigir el crecimiento –no tan ordenado-, pero, sobre todo, se cuentan infinidad de administraciones cuyo fin ha sido meramente “extractivo”, se han ido en la mayor de las intrascendencias.
Por lo anterior, en el marco de un aniversario más y en la víspera de la renovación de todos los cargos de elección popular federales, estatales y municipales en Quintana Roo, en los años 2021 y 2022, vale la pena hacer un “corte de caja” e intentar ver la trascendencia de las actuales administraciones, su legado, sus esfuerzos efectivos y posibles legados, para poder entender sí –por lo menos- sus balances son positivos, o si, además de conmemorar fechas, los quintanarroenses deberán volver a optar por “cambios de rumbo.” El turismo continuará con o sin buenos gobiernos, pero ¿hasta cuándo los ciudadanos nos ocuparemos de seleccionar tomadores de decisiones pertinentes, antes que apilar festejos? Recuerde que vienen elecciones, es su oportunidad.
Pd. Felicidades Quintana Roo.
COMENTARIO MORBOSO
La Cámara de Diputados federal, finalmente y por mayoría, aprobó la desaparición de 109 fideicomisos que le darán al gobierno de la 4T unos 80 mil millones de pesos, recursos que dejarán de destinarse al campo, a la ciencia y tecnología, a salud, educación y hasta para la atención de desastres naturales. La mayor apuesta del gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador no es a lograr el desarrollo o que la economía se recupere con ese dinero y la aplicación discrecional del presupuesto; sino a que la sociedad mexicana, la “masa electoral” en concreto, se mantenga ignorante y creída de que los programas asistencialistas como los de becas o pensiones son lo mejor que les pudo ocurrir.
Acostumbrados los mexicanos a ser constantemente abandonados por una clase política rapaz, que se presenta al ciudadano cada vez que necesita su voto, le entrega una despensa y no lo vuelve a ver, es obvio que la dádiva, la inmediatez de un “premio” a cambio del sufragio, son alicientes que no los alientan a entender que su miseria tiene su origen en el mismo sitio de donde surge la despensa. “que roben, pero repartan”; “estos también roban, pero por lo menos me dan mi beca o pensión”; “total, si de todas formas son iguales, algo que saque es ganancia”; son las expresiones comunes.
La esperanza de cambio es entonces la clase media, la que entiende que “acabarse los guardaditos” tendrá terribles consecuencias para todos y a corto plazo; es esa clase social la que ya espera a sus legisladores para cuestionarlos sobre su actuación. Por cierto, con respecto a los de Quintana Roo; Patricia Palma Olvera, Adriana Teissier y Mildred Ávila Vera, votaron por desaparecer dichos fideicomisos. Ana Patricia Peralta y Luis Alegre Salazar no se presentaron a la votación, lo que no los hace menos responsables. El único que votó en contra fue Jesús Pool Moo. No lo olvide en los próximos comicios, a menos que la dádiva le parezca suficiente y las acciones de la 4T adecuadas, así se observa desde aquí, A Tiro de Piedra. Nos leemos en la próxima.
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