In memoriam Milan Kundera. QEPD
Con un fraternal saludo para mi amigo Juan Manuel Enríquez Osorio, Timo para los cuates
SIGNIFICADO ESENCIAL DE LA OBRA DE KUNDERA
La obra de Milán Kundera ha tenido un significado esencial en mi vida: acicaló discusiones entre amigos y amigas sobre hechos vitales de todos los tiempos: el amor, el sexo, la levedad de los momentos que, inclementemente, se te van de las manos sin que te des cuenta, o los aprietas hasta dejarlos vacíos. Era mi época de estudiante universitario, que todavía entreveo, por eso dejo abierto el pestillo para poder salir, y, al menos, sentir el aire fresco.
Por ese tiempo, hablaba con mis amigos de las clases, así como de las obras de otros autores como Albert Camus, Sartre, Alberto Moravia, y su libro La Romana, que nos llegó a impresionar. Eran días de rock, amor-sexo a raudales y tragos, impregnados de discusiones sobre el estructural-funcionalismo, el materialismo histórico, entre otros.
El patio de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM era propicio para disertar sobre los libros de Milán Kundera, su agudeza para desmenuzar las relaciones humanas, el resplandor del tiempo, el erotismo, las máscaras sociales, otros temas.
…
Vivo en Chetumal desde 1991. Desde entonces dejé de ver a mi amigo Timo. Hasta hace poco, retomamos la amistad mediante el portal de Facebook, vía algo que se llama Messenger. Luego, el milagro de los mensajes y llamadas de WhatsApp. ¡Increíble!
Días geniales. Aquí trato de rescatar algunos de ellos. Y Kundera, sus obras, siempre estarán en esos días, estos días.
LA RISA SE LA ESTÁ LLEVANDO EL CARAJO
Timo tiene en sus manos una joya: La broma, de Milán Kundera. Como otros libros, ese ejemplar desapareció haciendo malabares entre los espejos de la Gandhi, que todo te lo dan o develan como fotografía instantánea. Timo, el Tote y otros amigos son duchos en darles la vuelta entre sus redondeces. Al hojear la obra, el Tote puede percibir sus destellos.
A la salida, se van al “Espacio Escultórico” para dar un rol en el Rambler-lanchón de Timo, siempre agraciado con buenas dotaciones de licor. En el autoestéreo se escucha “Sultans of Swing” de Dire Straits. Es una música fabulosa por los altos decibeles del ron: con esa energía llegan al circuito universitario, y ven pasar edificios, transeúntes, jóvenes, profesores, y Timo dice: “Pasando los años, nos acordaremos de estas rolas, de muchas cosas más, y de Kundera, y entenderemos que este conglomerado de piedras volcánicas, nos reflejan como los seres insignificantes que somos ante la majestuosidad de la vida que tiende a doblegarnos. Nadie puede con el paso del tiempo: arrampla con todo.”
El Tote se llevó ese ejemplar a su casa. Lo leyó en un día cualquiera de finales de 1985. Ese libro absorbió días inconmensurables de ese lejano año: muchas de las pláticas de aquellos jóvenes universitarios como el Tote, Timo, Che Che, Nacho, José, y otros más, se centraron en esa obra, cuyo ejemplar fue pasando de mano en mano, por tanto, de mente en mente.
(Esas disertaciones alcanzaban niveles de estridencia, tal vez por las contrastadas personalidades de esos cuates: Nacho es estudiante de derecho, regularmente trajeado como su sonrisa. Utiliza cualquier argumento, hasta los de su interpelador, para darle la vuelta bien bonito. José, hermano de Nacho, es empresario prácticamente desde que nació. El business mueve su vida. Es directo y conciso. Che Che vive solo en una casona. Su padre es almirante naval, por lo cual, cambia de residencia continuamente, aunque su base está en el DF, donde su hijo hace y rehace lo que su santa gana le apetece. A Timo le gusta el deporte y siempre anda vestido con su pantalón de mezclilla y playera. Y pareciera que te está entrevistando cuando conversa contigo, dado que está estudiando periodismo y ya es un periodista de altos vuelos, de esos seres que engrandecen y dignifican la profesión a la que se dedican. Del Tote hablamos en otras hojas. Claro que hay otros amigos y amigas, pero digamos que estos son los de base, y, a todos ellos los hermana la literatura, eso que ni qué, y Kundera les da mucha tela de donde cortar.)
En las partys celebradas en la casa de Che Che, hacían relucir pormenores de La broma: la mirada burlona, que, como boomerang, se le regresa como inmensa losa al protagonista Ludvig Jahn, joven universitario, comunista, que se atreve enviarle una postal a una chica atractiva como Marketa, pero atrapada en los limites estrechos del comunismo estalinista.
Y el Tote lee lo que decía aquella postal: “¡El optimismo es el opio del pueblo! El espíritu sano hiede a idiotez. ¡Viva Trotski!” Con esa base, dice: “Es una broma pendeja, pero atroz para los fanáticos comunistas pro soviéticos de entonces, que marca de por vida a Ludvig: por esa estupidez es sometido a un juicio, que lo expulsa de las filas del partido comunista checo y de la universidad. Además, es encarcelado en una prisión militar y obligado a hacer trabajos forzados en una mina durante tres años, donde es torturado física y mentalmente. La obra evidencia al totalitarismo de Stalin que aplastó las libertades.”
Timo dice que esa obra es un himno al amor que el protagonista siente por Lucie, a quien conoce en la dura etapa del castigo y pierde de vista, en forma por demás extraña y un sarcasmo del amor: pasando el tiempo, el protagonista pretende vengarse de uno de sus acusadores, seduciendo a su esposa Helena. Sin embargo, el esposo, Zemanek, se pone hasta contento de que inicie una relación amorosa. La venganza pierde su esencia, y todo se va por la vorágine del humor negro, como las escenas del suicidio truncado de Helena. Che Che difiere, argumentando: “¿Cómo puede ser un himno al amor esa obra, cuando el protagonista es sumergido en una vida paupérrima por la intolerancia del estalinismo?” Los ánimos se caldean, y de tajo, José señala que esa novela tiene varias lecturas: la del amor y la denuncia de un régimen que avasalla todo lo que se le opone.
Nacho está de acuerdo con lo anteriormente señalado por su hermano, y agrega que el totalitarismo estalinista impuso un marco jurídico que limitaba los derechos fundamentales. En tanto, Timo analiza las transformaciones ideológicas de algunos personajes, como Zemanek, que expresan muy bien la condición humana, esas máscaras que nos ponemos para adaptarnos a una realidad cambiante, y que, en el terreno político, a veces resulta hasta ridículo. José dice que el ser humano siempre ha sido portador de máscaras: en la escuela, casa, oficina, calle, estamos sujetos a roles, y mientras estos no nos maniaten es correcto. Nacho afirma que lo fundamental es que esos roles no transgredan la esencia del ser humano. Che Che alza la voz para decir que chingen a su madre los roles y todas esas pendejadas, y todos hablan al mismo tiempo.
Mejor brindan, y continúan conversando sobre la pérdida del sentido del humor, el espectáculo de la política y la risa sarcástica que emana de la obra de Kundera, entre otros aspectos. Como suele ocurrir, Che Che habla de un tema, y, de repente, aborda otro. Dice que en La insoportable levedad del ser hay una dualidad hermosa y cruel, la del peso y la levedad que todos llevamos encima: losa o polvo en el que nos convertiremos. José, que, por regla general se opone a todos sus puntos de vista, dice que ya sea ligera o pesada, la vida es un glorioso canto, y la discusión sube, otra vez, de decibeles.
Para distender el ambiente, Timo dice que el erotismo y la irónica risa que se diluye en la sonrisa de Tomás a lo largo de la obra, inclusive cuando andaba por Praga lavando escaparates, a pesar de ser un reconocido cirujano, es lo que más le atrae de la obra.
Siguen platicando sobre esos libros. Y su risa es fenomenal: traspasa los confines del tiempo. Leer a Kundera no solo es como jugar con los personajes, sino también con tus recuerdos, el tiempo que los va desdibujando, reconfigurando, diluyendo… Y pasados los años, sorpresivamente encuentras otros aspectos, que te hacen hasta bailar bajo la lluvia. Definitivamente, hay mucha tela de donde cortar: es inabarcable…
“I’M SINGING IN THE RAIN”
Julio de 2023. Estoy releyendo por enésima vez La insoportable levedad del ser. Y, como antes, mi mente está trabajando en paralelo a esa lectura.
Ahora estoy imaginando las clases, las conversaciones de antaño. Ando por esos pasillos, aulas. Ese libro tiene ese poder: desbloquea recuerdos.
“Es un librazo”, escucho que me dice Timo, y me parece estar, otra vez, en aquel patio de la facultad, y luego comenta que ya es hora de la materia de Teoría Social, impartida por el maestro Jorge Bertolucci. “Son unas clases geniales”, pienso, mientras nos encaminamos al aula, y dejo en pausa la lectura de esa obra.
Termina la clase, y como Timo tiene que ir a ver unas cosas de su madre, me quedo en ese patio, y sigo leyendo. Traigo encima varias chingaderas, y empiezo a escribir:
“Hubo un tiempo en que solía sonreír por cualquier cosa. Y las cosas son esbozos de lo que nos rodea como muro o aire.
Hay muros de silencio y aire de piedra.
Hay anclas, velas. Te miras hacia adentro, y el mar ya no es un vaivén de olas.
Todo cambia. Se detiene y te detiene o a la inversa.
Las cosas suelen ser ligeras como el agua a través del vaso. Te traspasan. Pero hay papalotes que se quedan atorados en los cables de alta tensión. Sólo puedes observarlos. Y piensas en lo que pudiste haber hecho cuando tenías esa energía, pero la dejaste ahí, desgastándose, desgastándote.
Y caminas con las manos en los bolsillos. Tomas una combi, luego el metro. Y cavilas sobre las decisiones que debiste haber tomado: ves la televisión, comes un sándwich y bebes una coca cola sin gas, y la vida sigue… distanciándote…
Lo que nos rodea es viento que se convierte en lluvia. Lluvia que cae con un incesante chipi-chipi o un inclemente aguacero. Ambos te pueden joder la vida, más cuando te entrelazan. Mejor sigue caminando. Tienes que seguir caminando. Aprisa, más de prisa, porque todo se lo puede llevar el carajo.
Luego viene la gripe-tos-temperatura. Neumonía. Estás quebrado, carnal, no puedes respirar, sudas un chingo, toses y vuelves a toser. La tos te ahonda, abismándote.
Pero también puedes mojarte y hasta puedes cantar y bailar “I’m Singing in The Rain”, y eres Gene Kelly y te imaginas bailar con tu madre, por eso, ese sonsonete te rodea:
´I’m singing in the rain
Yes, singing in the rain
What a glorious feeling
And I’m happy again
I’m laughing at clouds
So dark up above
The sun’s in my heart
And I’m ready for love
…’
Y es glorioso bailar ese disque tap, y cantar esa melodía.
Ves estas lunas verdes. Cuadros verdes de las “islas” de CU, que tienen un pasto rebosante pero cortado a la brush y sigues cantando carnal Tote, porque todo es tan liviano como esa hoja que te va arrastrando en el suave viento. Pero cruje. Está a punto de decirte algo, por eso abre las manos para que puedas seguir caminando.
El suave viento toca el piano y se puede transformar en esa misma melodía, pero ahora entonada por Alex Delarge, de la Naranja Mecánica, quien está silbando y pateando una lata vacía de refresco… y el sonsonete ´I´m singing in the rain´, da vueltas y vueltas, como tuerca trasroscada.
(Muchas veces he pateado esa lata, que se ha venido deslizando por esas, estas calles, avenidas, y el sonido es fenomenal. Hacia adentro o hacia afuera, el sonido metálico está oxidándose por el golpe de los años.)
:
los momentos moldean, trituran o renacen amaneceres.
Caemos, nos levantamos y hasta la soga que te cruza como un espejismo, se tensa para absorberte.
Todo es un círculo. Un inmenso círculo. Tocas fondo, sigues caminando o caes como escupitajo.
Hay círculos trazados con gis, donde puedes volar.
Círculos de melodías con insidiosos recuerdos.
Círculos dibujándote incesantemente.
No hay que encontrarle la cuadratura al círculo. Te va delineando. Por eso, es mejor seguir cantando, riendo, por estos instantes, que son lluvia fresca como la mirada de esa chica que te saluda, y estás tratando de recordar su nombre y cuándo y dónde la conociste, pero se pierde en este chipi chipi de recuerdos.
Y sigues caminando, incesantemente caminando.”
…
…
Las ráfagas del viento aletean, y de la nada empieza a llover, diluyendo las palabras.
Ese libro de Kundera tiene ese poder: rompe los diques de la memoria.
PAPIROLAS
Pero cantas bien gacho, Tote, sobre todo esa copiosa y melodiosa canción. Pero te vale madres y sigues, caminando en las “Islas” de Ciudad Universitaria, y estás feliz, cabrón, por el simple hecho de estar un día de finales 1985.
El Tote observa árboles de todos los tamaños, edificios universitarios, estudiantes, profesores y puestos de “chile, mole y pozole”. Va sobre un camino recto que cruza toda esa explanada, desde las aulas de la que hasta hace poco había sido la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, hasta la Rectoría. El Tote ve esos caminos rectos de cemento, que están delimitados por cuadros grandes de pasto. Observa que el pasto es rozagante, luminoso, tal vez porque está lloviendo, y es una vivificante lluvia.
Al Tote no le importa mojarse. Le vale una, dos y tres chingadas mojarse, comer y correr en cualquier lugar. El Tote avienta una piedra y traza un círculo en el cielo. Es un arcoíris bien chingón, más que por ahí está el Papirolas guareciéndose de la lluvia, y transformando papeles y periódicos en jirafas, aviones, camiones: tiene el cielo y el mar en sus manos. Al ver al Tote, el Papirolas le dice:
—¿Qué paso, flaco, por qué tan sonriente?
—Amigo, están geniales tus creaciones.
—Observa este avión, y veras que se lo lleva el viento.
—El viento arrasa con todo.
—Pero todo, tarde que temprano regresa a tus manos —sin decir “agua va”, el Papirolas avienta hacia el cielo el avioncito de papel, impulsado por la mirada del Tote, quien al perderlo de vista dice—: El viento arrampla con todo
—Flaco, no sé dónde leí esa frase.
—Cierto, la dice mucho un amigo, pero no sé dónde la leí, pero por lo mismo, es mía.
—¡Ciertamente!
Cuando se topa al Papirolas, el Tote se queda largo rato admirando sus creaciones, su plática: sabe que es uno de esos seres increíbles que le da sentido a los momentos en que se distiende la vida.
(No sé cuándo dejé de ver al Papirolas. Su recuerdo me alegra el día. Ese/este día.)
Sigue lloviendo. Es un momento perfecto: el Tote se está mojando. Es una lluvia ligera pero constante. Después, hay truenos y rayos, llueve a raudales. Aquel avioncito cae en picada.
El Tote se refugia en los bajos de uno de esos edificios universitarios. Hay puestos de diversas comidas. El Tote reconoce a Timo, quien se está comiendo unas ricas gorditas, a juzgar por la expresión de su amigo. Esa expresión gotea felicidad.
TIMO
“Tienes voz de locutor”, acierta a decirle mi madre, cuando le presento a mi amigo Timo. Recuerdo que fue una tarde, en que lo invite a comer a mi casa. De eso han pasado casi 40 años. Ese día volvimos a conversar sobre La insoportable levedad del ser. Luego, fuimos a casa del Che Che, y con todos los cuates haciéndole ruedita, leyó partes de esa genial obra:
“El hombre nunca puede saber qué debe querer, porque vive sólo una vida y no tiene modo de compararla con sus vidas precedentes ni de enmendarla en sus vidas posteriores.
¿Es mejor estar con Teresa o quedarse solo?
No existe posibilidad alguna de comprobar cuál de las decisiones es la mejor, porque no existe comparación alguna. El hombre lo vive todo a la primera y sin preparación. Como si un actor representase su obra sin ningún tipo de ensayo… Por eso la vida parece un boceto. Pero ni siquiera boceto es la palabra precisa, porque un boceto es siempre un borrador de algo, la preparación para un cuadro, mientras que el boceto que es nuestra vida es un boceto para nada, un borrador sin cuadro.”
Esa vez le dije: “no manches, cabrón, pero sí son cosas que he pensado, porque las traigo en el subconciente y ahora Kundera las pone en orden: es como ir corriendo, dar la vuelta a la esquina, y, al cabo de un tiempo —nunca se sabe cuánto— regresas a ese punto de partida. Sueltas un globo, y al mirarlo lo tienes en tus manos.”
(Estoy viendo esas imágenes. Muchas se han ido por la coladera del olvido. Más tarde pasé por ahí y vi hierbajos. “Quizás las flores puedan retoñar cuando regrese a este lugar”, pensé. Esa es la emoción de vivir para recordar, aunque las aristas se desgasten, irremediablemente.)
Continuamos platicando aspectos de esa obra, como la libertad erótica de Tomas y sus métodos para sacarla a flote, como la amistad sexual con Sabina, el desarrollo del amor con Teresa, a veces tenso, fatigoso, pero bello. Conversamos sobre la casualidad, que según Kundera “está llena de encantos”, y suele “aparecer ante nosotros como un mensaje. Lo que ocurre necesariamente, lo esperado, lo que se repite todos los días, es mudo. Sólo la casualidad nos habla.” Y más adelante, señala: “Nuestra vida cotidiana es bombardeada por casualidades, más exactamente por encuentros casuales de personas y acontecimientos a los que se llama coincidencias. Coincidencia significa que dos acontecimientos inesperados ocurren al mismo tiempo, que se encuentran.”
Al respecto, Che Che dice que nuestro mundo está encauzado por hechos cotidianos, repeticiones hasta involuntarias. Somos como un guardabosque: vive rodeado de árboles y follaje, los cuales delinean su imagen, pero cuando esa persona va a la ciudad, es cuando empieza a vivir o muere a cuentagotas. Acto seguido, y como acostumbra, va descolgando otros temas, inconexos, reflejos del licor mal libado. Pero como todos lo conocen, los van deshilando para regresar a alguna obra de Kundera, o hablar de algunas clases.
LA MÚSICA ES LIBERACIÓN
A Timo le gusta cuando el autor habla de Franz, a quien le gusta tanto el rock como Mozart, ya que “Para él la música es una liberación: lo libera de la soledad, del encierro, del polvo de las bibliotecas, abre en su cuerpo una puerta por la que su alma entra al mundo para hermanarse.” Para el Tote la música tiene ese mismo significado, la música lo libera, más cuando cierra los ojos para escucharla, ya que, como dice Kundera: “quien busque el infinito, que cierre los ojos”
El Tote comenta que se siente identificado con varias partes de ese libro, como cuando se menciona que en “Bohemia los cementerios parecen jardines. Las tumbas están cubiertas de césped y flores de colores… Aunque la vida estuviera llena de crueldad, en los cementerios siempre ha reinado la paz”. Y recuerda cuando en “El día de los muertos” lo llevaban al Panteón Dolores, que estaba pletórico de flores y música. Pero prefería sentarse en una olvidada tumba para recordar a su abuela Dolores. No le gustaba compartir sus pensamientos.
Timo explica los laberintos de las relaciones amorosas entre Tomas-Teresa-Sabina. También las de Franz, su esposa Marie Claude, Sabina y su “estudiante con grandes gafas”. Indica enredos y desenredos… Comenta: “la vida se nos va en ese atar y desatar nudos, que, a veces, nos hacen columpiar en las alturas.” Nacho experto en esas lides, dice que lo esencial es ir siguiendo esas pistas que vamos dejando, para encontrarle sentido a la vida,
Al Tote le sorprende la siguiente escena de Teresa, leída solemnemente por Nacho:
“Estaba sentada en la taza y el deseo de vaciar las tripas, que de repente la invadió, era un deseo de ir hasta el límite de la humillación, de ser cuerpo lo más plenamente posible, ese cuerpo del cual decía la madre que no sirve más que para comer y defecar. Teresa vacía sus tripas y tiene en ese momento una sensación de infinita tristeza y soledad. No hay nada más mísero que su cuerpo desnudo sentado encima de la terminación ampliada de una tubería de desagüe.
…
Se levantó de la taza, tiró de la cadena y entró en la antesala. El alma temblaba dentro del cuerpo desnudo y rechazado. Aún sentía en el ano el tacto del papel con el que se había limpiado.”
Y dice: “pinche Nacho, Timo, cuantas veces no he estado cagando y sintiéndome en un total estado de indefensión, no por el vaciamiento de mi panza, cuyo esfuerzo a veces me hace sollozar, dado que tengo el calvario de un atroz estreñimiento, sino por esa sensación de vacío, de desnudez en el alma que te delata o se desata cuando estás sentado en el excusado.”
(Se quedan callados, de repente: Ja, ja, ja, ja… la risa de mis cuates alarga el tiempo. Quisiera estar ahí, otra vez, amigos, y volver a reír con ustedes, carnales del alma.)
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El tiempo siguió su milagroso paso, abriendo surcos, sembrando esperanzas, o simplemente cerrándote los ojos. Mañana te diré o me dirás adiós. El mañana es hoy.
11 JULIO DE 2023: HOY ES UN DÍA INSOPORTABLEMENTE TRISTE
Desde hace algunos días estoy releyendo las obras de Milan Kundera, y hoy 11 de julio de 2023, estoy entrampado, otra vez en El libro de los amores ridículos, y tu muerte, es una irónica coincidencia que me lastima, Kundera: es un día insoportablemente triste, por eso escribo en mi “muro” de Facebook, que es como un espejo:
“Se nos ha adelantado uno de los grandes escritores de todos los tiempos: Milan Kundera. Descanse en paz.
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Cierro los ojos.
Estoy en el “Espacio Escultórico” de la UNAM.
El tiempo parece detenerse, o desenvolverse, no lo sé.
Empiezo a leer:
“El hombre atraviesa el presente con los ojos vendados. Sólo puede intuir y adivinar lo que de verdad está viviendo. Y después, cuando le quitan la venda de los ojos, puede mirar al pasado y comprobar qué es lo que ha vivido y cuál era su sentido
Aquella noche pensé que estaba brindando por mis éxitos, sin tener la menor sospecha de que estaba celebrando la inauguración de mis fracasos”.
…
Hace poco volví a leer La insoportable levedad del ser y La broma, y como antes, a veces siento ese insoportable peso de estar viviendo, quizás agrandado por el microscopio de la desilusión de tal o cual, hecho, y tengo ganas de llorar por dentro para que nadie me vea: solo escucho mis parcos ecos.
Otras veces, río a carcajadas por el simple hecho de estar aquí, en este lugar y circunstancia, como las que narras con los geniales señor Zaturecky y señora Zaturecka, que ciertamente ven la vida con sus propios lentes…
…
Voy a la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, y, como antaño, estoy en el patio, y con algunos amigos platico de las clases, y abordamos las tramas y significados de tus obras, que nos llevan a discusiones interminables, que prosiguen en aquellas fiestas donde mezclábamos el rock, los tragos y la literatura.
Muchos recuerdos asocio con tus libros, Kundera, con esas memorables escenas cubiertas de risas y olvido, que están ahí, con su música y (des)esperanza.
…
Sigo releyendo…
Gracias por todo, Milan Kundera.”
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