El Minotauro /
Por Nicolás Durán de la Sierra /
Al inicio de semana, en la Ciudad de México, en un foro empresarial de alto nivel, el gobernador Carlos Joaquín González de nueva cuenta urgió al gobierno federal para que en el 2020 se canalicen recursos para la promoción turística del país, pues ante un panorama mundial bajo la sombra de la recesión, esta actividad podría tener un peso mucho mayor en el equilibrio financiero nacional.
Este nuevo llamado en favor de la promoción turística, otro más en los últimos meses y otro más que no tiene respuesta, hace evidente la marcada diferencia que hay entre la visión de los gobernadores que apuestan por el turismo, casi todos de oposición, y un gobierno federal que, en la práctica, no considera a esta industria como prioritaria y no piensa invertir en ella.
Según los expertos, para que la actividad no decline se precisa de una promoción profesional de los destinos vacacionales del país, y la idea de que las embajadas sean las que se encarguen de ello, suena ridícula. Del peso de la industria, baste citar que en la última década sólo Quintana Roo aportó casi el 36 por cien del ingreso turístico nacional, con unos 50 mil millones de dólares.
Algunos indicadores, como el de la facultad de Turismo de la Universidad Anáhuac, apuntan que México suma dieciocho meses en desaceleración turística, lo que podría llevar al Producto Interno Bruto del sector a un crecimiento cero a finales del 2019 y a una recesión en el 2020 si la economía de los Estados Unidos, nuestro principal mercado, continúa a la baja.
Más allá de que haya habido suciedad en el uso de los recursos para la promoción turística nacional, que la hubo, no se puede omitir el uso de una herramienta comercial como lo es la publicidad de nuestros destinos por la hipótesis de que genere corrupción. Para el año próximo el presupuesto de egresos debe considerar la promoción turística y, desde luego, el Estado debe velar por el buen manejo de los recursos que se asignen.
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