El Minotauro
Por Nicolás Durán de la Sierra
Hace unos días, el pasado 6 de abril, se conmemoró el 75 aniversario de la primera edición de El Principito, la obra francesa más conocida del mundo, con más de 150 millones de libros vendidos; por ella su autor Antoine de Saint-Exupéry, es considerado desde hace años como un ícono de Francia. Bueno, él y ‘La Rosa’, figura inspiradora del breve y magistral texto.
Para muchos el diálogo entre ‘La Rosa’ y el Principito es una cima del romanticismo del siglo que se fue, en tanto que, para otros, es una vigente reflexión en torno a la vanidad y el orgullo que pueden ensuciar al amor. Sea como fuere, la frase “vívelo, no lo entiendas”, ha sido usada desde en camisetas de moda, hasta en películas como Love Story o Historia de amor.
No obstante, ‘La Rosa’ vivió. No era una mera figura: en el año 2000, en París, se publicó Mémoires de la rose o, en español, Memorias de la rosa, libro que reúne las cartas escritas por Saint-Exupéry a Consuelo Sandoval Zucín, su esposa. En ellas, el autor le llama ‘La Rosa’, y cuenta los avances de sus libros… Corre el año 1943, Europa está en guerra y ellos, separados.
Piloto comercial primero y después militar con la Fuerza Aérea de Francia, Saint Exupéry se daba tiempo para las letras. El principito, su última obra, fue antecedida por cinco novelas, entre ellas El aviador, Vuelo de noche y Tierra de hombres, todas ellas ganadoras de distintos premios literarios en su país y en Estados Unidos, que fue donde escribiera su famoso libro infantil.
Consuelo Sandoval, nacida en una opulenta familia de El Salvador, emigró joven a México donde se graduó como abogada. Poeta con varios libros, uno de ellos fue premiado en Francia- sostuvo un largo romance con José Vasconcelos, quien la llevara a vivir con él a París; Tras separarse del escritor mexicano, conoció a Saint Exupéry, con quien años después se casaría.
Estos párrafos son un mero atisbo de la vida del escritor francés y la poeta salvadoreña, una relación que tuvo por escenarios París, Nueva York, Ontario, Dakar y la Ciudad de México, donde ella viviera muchos años tras la muerte del aviador. Así pues, sean estas líneas un breve homenaje no sólo El Principito, sino también a su autor y, desde luego, a La Rosa, su inspiradora.
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